El Domingo, día primero de la semana

(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)

No se vive como el primer día de la semana, sino que se soporta como el último. Hay creyentes, algunos de ellos practicantes de misa dominical, que dicen vivir este día con cierto tedio y no poco hastío. Incluso hay psicólogos que hablan del “vacío”que el domingo crea en los cuadros depresivos. El genuino sentido del domingo se diluye como azucarillo en humedades. Y no son las leyes laicistas las que lo disuelven, sino las nuevas formas de entender el ocio y el negocio, trampa envolvente para el cristiano, inmerso en la sociedad más como levadura que como azucarillo. A todo ello contribuye una amplia trama de factores que urgen un replanteamiento, ya señalado por los obispos españoles en 1992. El Domingo es una convocatoria que hunde sus raíces en los albores del cristianismo. En ella se cita a los cristianos para celebrar la Resurrección. Es el día de la Iglesia y de la Eucaristía; el día de la Palabra y de la caridad; el día de la misión y de la alegría. Pascua semanal, fiesta primordial de los cristianos. Adelanto del “Domingo sin ocaso en el que la Humanidad entera entrará en tu descanso”. Así cuajó en 321, refrendado casi un siglo más tarde por el Concilio de Orleans. Lo extraño no es que se diluya en los usos de una sociedad laicista, sino que se pierda en el corazón de las familias cristianas. Para unos es el Día del Señor (Domingo, Dimanche, Domenica). Para otros es el Día del Sol (Sunday, Sontag, Sondag) y para otros, es simplemente el Día del No trabajo (Nedele, Niedziela). Su recuperación depende de muchos factores, pero el primero es creer de verdad y vivir con intensidad el simbolismo de este día que augura la nueva creación.

Publicado en el nº 2.617 de Vida Nueva (Del 14 al 20 de junio de 2008).

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