José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

En Roma me sondean sobre España


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JUEVES 25. En Roma. Me sondean sobre España. Siempre cae alguna pregunta sobre el emérito y el auxiliar. Pero menos. Interesa Omella. No por cotilleo. Se preocupan por él. Saben de su valía y confían en que en Cataluña sepan apreciarlo sin guiarse por la ciudad de nacimiento.

SÁBADO 27. Entro en San Ignacio. Quiero tomar el pelo a mi acompañante a cuenta del trampantojo de la bóveda. Pero la sorpresa me la llevo yo. Un bosque en la nave central y en los laterales. Una exposición temporal: A las raíces de la vida. Laudato si’ como inspiración. Esculturas metálicas de Settimo Tamanini que evocan los árboles de la Biblia. Reconozco las zarzas de Moisés, la higuera de Zaqueo, los olivos de Getsemaní. El tronco. La savia. Las ramas. Contemplación. Podría haber estado horas. No hay tiempo. Me llevo el catálogo para un retiro. Florecer.

DOMINGO 28. Nunca lo hubiera imaginado. Sin esperarlo. Celebrar la eucaristía a los pies de la cama de Calasanz. Se conserva intacta. Mi mirada se queda fija en las sandalias. Desgastadas. Una vida en acción de gracias.

LUNES 29. Regreso a Madrid. Por primera vez en su vida, David ha probado los huevos fritos con patatas. En tercero de Primaria. No es que mi sobrino sea especialito para las comidas. Tiene buen saque. Lo lleva en el ADN. Pero las alergias que nos regalan la contaminación y la urbe le han dado una tregua. Tanto es así que mi hermana le hizo una fiesta. Hasta grabaron la escena. Es lo que sucede cuando lo cotidiano se hace extraordinario. La próxima tanda, en casa de la abuela. De corral.

MARTES 1. Almuerzo con Esperanza Aguirre. No se la ve apesadumbrada por su dimisión. Tampoco preocupada porque el juez Velasco pueda imputarla. No ha derramado una lágrima. Ni se mira con un aire victimista.“Estoy tranquila. La enfermedad me ha enseñado a relativizar. Solo he llorado dos veces en mi vida política: cuando me anunciaron que tenía cáncer a tres meses de las elecciones, lo que me obligaba a aparcarlo todo, y cuando me advirtieron de las consecuencias de la quimioterapia”. Cuando la enfermedad llega, limpia los rastrojos de la vanidad. Del sentirse imprescindible. Al despedirse, me mira a los ojos. Confiada. Y echa mano del mantra de Bergoglio. “Reza por mí”. Esperanza.

jose.beltran@ppc-editorial.com

En el nº 2.979 de Vida Nueva