La amarga Pascua de los refugiados

VALERIA MÉNDEZ DE VIGO

VALERIA MÉNDEZ DE VIGO VALERIA MÉNDEZ DE VIGO | Responsable del Departamento de Estudios e Incidencia de Entreculturas

Sorry for Brussels (Siento lo de Bruselas), decía el cartel que portaba un niño refugiado en Grecia en una fotografía que ha dado la vuelta al mundo, mostrando la solidaridad de los refugiados con las víctimas del reciente atentado. Los refugiados conocen bien el terror, porque huyen de la guerra, la miseria y el hambre.

Esta Pascua ha sido muy amarga para los refugiados. No solo huyen del terror, sino que se les utiliza, con una injusticia flagrante, como chivos expiatorios, cayendo sobre ellos la sombra de la sospecha. “Pueden colarse terroristas entre los refugiados”, se le ha escapado a algún responsable político. Pero ninguno de los terroristas identificados era solicitante de asilo. Aun así, cualquier excusa es buena para blindar más las fronteras, o para incumplir limitados y mezquinos compromisos de acogida. “No estamos en situación ahora de acoger a refugiados”, señala Polonia. “Solo acogeríamos a refugiados cristianos”, asevera Eslovaquia.

En la víspera de la Semana Santa, se suscribió el acuerdo entre la Unión Europea y Turquía. Un acuerdo que, como denunciamos en un comunicado varias instituciones de Iglesia, niega protección a las personas refugiadas y otorga prioridad al control de fronteras. En los primeros días del acuerdo, el caos parece reinar en Grecia. Las organizaciones humanitarias denuncian que los campos de refugiados se están convirtiendo en centros de detención, restringiendo su libertad de movimientos y sus derechos. No está claro qué ocurrirá con los 50.000 refugiados llegados a Grecia antes del acuerdo. La información es confusa y contradictoria, se suceden las protestas y crece la desesperación entre la población refugiada.

En su mensaje pascual, el papa Francisco llamó a ofrecer hospitalidad a los inmigrantes y refugiados que huyen de la guerra, el hambre, la pobreza y la injusticia social. En la Semana Santa, los cristianos conmemoramos la Resurrección de Cristo, el triunfo de la Vida sobre la muerte, el sufrimiento, el dolor y la injusticia. Es hora de actuar para ofrecer a las personas refugiadas la esperanza en un futuro mejor.

En el nº 2.982 de Vida Nueva

 

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