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‘Veo una rama de almendro. Reflexiones sobre la vida consagrada’


Un libro de Marco I. Rupnik y María Campatelli (San Pablo) La recensión es de José María Arnaiz

Veo una rama de almendro. Reflexiones sobre la vida consagrada, Marco I. Rupnik y María Campatelli

Título: Veo una rama de almendro. Reflexiones sobre la vida consagrada

Autor: Marco I. Rupnik y María Campatelli

Editorial: San Pablo

Ciudad: Madrid, 2015

Páginas: 368

JOSÉ MARÍA ARNÁIZ | Se ha hablado de “una posible primavera eclesial”, pero no he escuchado muchas voces sobre “una primavera de la vida consagrada”. Y, en el fondo, ese es el contenido del presente libro del jesuita Marko I. Rupnik y de Maria Campatelli. Fieles a su común y original modo de pensar, este hombre y esta mujer, este esloveno y esta italiana, este apasionado de la belleza y esta apasionada de la verdad, este religioso y esta laica consagrada, este artista y esta teóloga juntan experiencia vital y fe para ofrecer elementos para una nueva propuesta de vida consagrada. Símbolo de ella es la rama de almendro florecido y con fruto. Ambos autores elaboran las casi 370 páginas y los siete capítulos de la obra a partir de una inteligencia nueva sobre la vida religiosa.

El libro tiene una perspectiva histórica. En el pasado de la vida consagrada, analizado sobre todo en el capítulo 4 (pp. 127-179), se ven realidades en las cuales se ha privilegiado la doctrina, la ley y una dura observancia que nos han encerrado en lo viejo. “Así, se ha llegado a una especie de terminal” (p. 13); por tanto, se trata de comprender que no se deben hacer muchas cosas, sino testimoniar, es decir, traslucir con pasión la energía del Resucitado. Tanto es así que, para los autores, tenemos y vivimos “una vida consagrada aburrida”. Esa rama de almendro vive sus días de otoño y quizá de invierno. Hay que devolverla, pues, su belleza original, su brillo de pleno día y la audacia de su lucidez.

No solo en este libro, sino en varias ocasiones precedentes, a Rupnik le ha salido muy de dentro de su corazón esta fuerte afirmación: “La vida religiosa hoy no es bella; si lo fuera, atraería”. A su juicio, no fascina, no seduce, no encanta, no apasiona. En cambio, llora mucho la falta de vocaciones, de aprobación de los laicos, de la difícil cultura que nos rodea, de estructuras agobiantes.

Propuesta de principio a fin

En estas páginas hay, sobre todo, propuesta. Con ella comienzan y con ella terminan. Maravillosa constatación la del monje Boguljub, quien, tras compartir largo rato con un matrimonio que llega a visitarle al monasterio, concluye: “Ellos tienen una fe más fuerte y más profunda que la mía” (p. 44).

En el capítulo 2 se nos ofrece una estupenda conversación con la superiora general de una congregación en la que se hace “una foto en gris”, casi diría “en negro”, de la vida consagrada. Muchas cosas han sido percibidas como un debe, pero no como expresión de la propia vida que habíamos recibido (p. 104).

El capítulo 3 recoge el intercambio con un anciano monje oriental, el P. Amphilochios. Su gran propuesta: la vida hay que comprenderla como un don o, sino, es muerte; Dios nos da la vida por amor y por gracia. Vida consagrada es enganchar con la vida de Jesús. La profesión es gracia bautismal, nacer a vida nueva.

El religioso necesita aprender a unir divinidad y humanidad. En la mejor tradición oriental, María es maestra en este paso: escucha la palabra, la acoge en su seno, la teje, teje el cuerpo de Jesús y la ofrece hecha humanidad a la humanidad. “Si te acercas a un monje maduro, normalmente no encuentras algo increíble que te sorprende, sino algo profundamente humano”.

Las grandes sugerencias se multiplican a través de estas páginas. Los autores llegan a formularse una pregunta: “¿Se ha acabado la historia de la vida consagrada?” (pp. 327-330). Este interrogante tiene una respuesta que incluye una sugerencia: “No hay que despedirse tan rápidamente de los fundadores, sino que hay que acercarse a ellos espiritualmente” (p. 330-331) y “quedarse con su creatividad en la época en que vivieron y trasladarla a la nuestra” (p. 337).

Para Marko y Maria, la gran tarea de la vida consagrada es “comprometernos en elaborar y hacer emerger el paradigma de la nueva época orgánica. Esta es la gran vocación de la vida religiosa hoy… Todo el resto son detalles” (p. 347). Ni el pánico ni la nostalgia ayudan en esta delicada y urgente tarea. Los religiosos “estamos llamados a una particular creatividad… como sal y levadura, como don de la vida que hemos recibido como regalo” (p. 356).

Me gustaría sentir y pensar como el verdadero protagonista de este relato, el P. Boguljub, para ofrecer el servicio que hoy necesita la vida consagrada. Él sabe bien lo que hay que hacer y lo que hay que dejar de hacer hoy. En el libro hay frases y expresiones para el bronce. Hacía tiempo que no leía reflexiones tan novedosas y originales sobre la vida consagrada. Así se lo he hecho saber a los autores. También les he compartido que soy uno de los que cree que este almendro dará almendras.

En el nº 2.983 de Vida Nueva

Actualizado
08/04/2016 | 00:27
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