Un libro de Fernando Cordero Morales (San Pablo) La recensión es de María José Pérez
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Título: Orejas de colores. Sugerencias para escuchar a Dios en lo cotidiano
Autor: Fernando Cordero Morales
Editorial: San Pablo
Ciudad: Madrid, 2015
Páginas: 168
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MARÍA JOSÉ PÉREZ | Orejas de colores es el nuevo libro de Fernando Cordero Morales –religioso de los Sagrados Corazones– y primero que este prolífico autor gaditano escribe íntegramente en Barcelona, a donde fue trasladado en 2014. Fernando se integra, a partir de entonces, en la comunidad del Colegio Padre Damián que la congregación dirige en la Ciudad Condal.
El original título es el primer reclamo de una obra que se lee sin sentir. Son páginas llenas de vitalidad, escritas en primera persona por un creyente al que todo, en lo cotidiano, se le torna experiencia de encuentro con Dios. En el tiempo que vivimos, presidido por la desconfianza y el sinsentido, Fernando pone ante el lector retazos de su vivir cotidiano, en los ámbitos en los que se desarrolla su labor como sacerdote y educador, convencido de que “para los que aman, todo puede tornarse en oportunidad”.
El libro se desarrolla a lo largo de ocho capítulos, cada uno de los cuales lleva por título el nombre de un color, símbolo de una actitud, un valor o una experiencia vital. Las orejas, por su parte, hacen referencia a la importancia de vivir atentos a todo lo que nos rodea, a la capacidad de ponerse en el lugar del otro, aunque ello desestabilice nuestra –a menudo– “organizada” existencia.
El color verde evoca la juventud, la escucha, la contemplación esperanzada del futuro. El azul nos habla de relaciones nuevas, celestes, de la capacidad del perdón y la entrega sin medida. El morado, color litúrgico del Adviento y la Cuaresma, es invitación a la conversión y el cambio. El blanco, síntesis de todos los colores, es signo de la Resurrección. El negro representa el duelo y la muerte como realidades que hay que asumir y acompañar. El amarillo es el color de las estrellas, símbolo de nuestra llamada a trascender la opaca cotidianidad. El rojo es el color del amor y la misericordia, del corazón y las relaciones entrañables. Y, por fin, el naranja hace referencia a la creatividad y la sorpresa.
Estas páginas están pobladas de imágenes sugerentes, metáforas sacadas de lo cotidiano: la ensalada que se improvisa ante una visita, una sesión de catequesis con armarios ultramodernos, una atracción de Port Aventura, el deslumbrante interior del templo de la Sagrada Familia… Un libro de imágenes cromáticas y de encuentros, sobre todo con personas sufrientes y marginadas: inmigrantes, presos, transeúntes… Fernando nos abre su corazón y lo vemos “lleno de nombres”, de relaciones que se van tejiendo al hilo de la vida y que nos configuran; como la que mantuvo con don Antonio Cabrero, párroco durante 30 años de Algodonales, pueblo natal del autor, y a quien va dedicada esta obra.
Junto al relato de tantas historias y anécdotas –propias y ajenas– y la reflexión, a Fernando le brota la plegaria, sincera y comprometida, y nos la ofrece para que nos unamos a ella. El libro, en fin, logra su objetivo de “alentar una mirada esperanzada, abierta, global y fraterna” sobre la realidad, inundándola de color.
En el nº 2.986 de Vida Nueva