Testigos contra el olvido

ETHEL-BONET

ETHEL-BONETETHEL BONET | Corresponsal de Vida Nueva en Oriente Medio

García Márquez dijo que el periodismo es “el mejor oficio del mundo”, pero también una de las profesiones más arriesgadas, sobre todo, el reporterismo de guerra. Siria es uno de los lugares más peligrosos para quienes ejercemos esta profesión. Los periodistas hemos dejado de ser testigos del conflicto para convertirnos en víctimas o prisioneros de guerra.

Algunos compañeros han sido brutalmente asesinados por el mero hecho de haber ido a Siria a informar; otros han sido secuestrados. A mí, la guerra siria me ha quitado a dos amigos, James Foley y Olivier Voisin, y he padecido la larga espera para la liberación de seis compañeros españoles. Afortunadamente, se ha acabado la preocupación por el secuestro de mi compañero, Ángel Sastre; de mi querido amigo, Antonio Pampliega; y del fotógrafo José María López. La pesadilla pronto se olvidará y muchos volveremos a Siria, como hemos hecho estos años. A veces es difícil poder explicar porqué seguimos arriesgándonos y lo único que me viene a la cabeza es decir que el mundo tiene derecho a conocer lo que está ocurriendo allí, y pese a los peligros, estamos decididos a contarlo.

Pampliega es el periodista con más convicción que he conocido. Incluso cuando era un conflicto olvidado, él ha estado allí para informar. Hace tres años sacrificó sus Navidades con la familia para compartirlas con los niños de Alepo y ha participado en el proyecto de varios libros colectivos sobre Siria, cuya recaudación ha ido para comprar medicinas y suministros de ayuda humanitaria para la población.

Pero su último viaje a Alepo, con Sastre y López, acabó antes de empezar. Aunque han sido once largos meses de cautiverio, muchas veces con mucho miedo, porque nunca sabes qué se pasa por la cabeza de los yihadistas, estoy convencida de que muy pocas veces se han arrepentido de haber ido. Periodistas así son los que se necesitan para que Siria no se convierta en una guerra olvidada. Es triste que tenga que haber sido la foto de Aylan Kurdi, el niño sirio muerto en una playa de Turquía, la que despertó conciencias cuando desde hace cinco años el país se desangra cada día.

En el nº 2.988 de Vida Nueva

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