Una llamada para Fernanda

Rosa Belmonte. Crítica de Televisión

Rosa Belmonte. Crítica de TelevisiónROSA BELMONTE | Crítica de Televisión

La misma productora de ¿Quién quiere casarse con mi hijo? o Un príncipe para Corina es la de Quiero ser monja. Pero desde el principio se comprobó que este docu-reality nada tenía que ver. Decepción para unos y alivio para otros. Nada de personajes estrafalarios. Nada de postproducción chistosa. Enganchaba, pero no porque pareciera Entre tinieblas. Todo ha transcurrido de forma tan aburrida como encantadora.

Cinco chicas (Juleysi, Paloma, Janet, Jaqui y Fernanda) han pasado por varios centros religiosos para saber si sentían la llamada del Señor y querían ser monjas. El programa ha sido tan respetuoso que resultaba imposible molestar (y estaba la supervisión de Noemí Saiz). Es verdad que algunas de las chicas, que se supone tenían una base religiosa, parecían seguidoras de los dioses de Kobol, como en Battlestar Galactica.

Cuando están en el convento de clausura, el novio de Juleysi (un santo) va a visitarla. De pronto aparecen las monjas y dicen “Ave María Purísima”. Juleysi se dirige a su novio: “Tienes que decir sin pecado concebido”. “Concebida”, corrigen las religiosas. ¿Concebido? ¿En serio? Fernanda decía en el primer capítulo que era una chunga. Es una de las que en el último capítulo quería ser monja. También Paloma, pero en ella estaba bastante cantado.

Las monjas han estado por encima de las chicas. La hermana Marián, de las Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada, maestra de novicias, es la que tiene un programa si lo que se quiere son vocaciones. O que prueben con la ficción, que Lou Grant generó muchas vocaciones periodísticas. La hermana Marián ha recordado que el papa Francisco animó a dar a conocer la vida consagrada y abrir las puertas. Hacer lío. Lo han hecho. Al menos provocando curiosidad (y lo dice alguien educada en un internado de monjas, no una Juleysi). A mí me interesaría ver un programa con monjas de protagonistas. Fantaseando, ¿a quién no le gustaría meter cámaras en el convento de La Aguilera? Aunque a las de Iesu Communio solo les faltaban más vocaciones.

En el nº 2.989 de Vida Nueva

 


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