EL LIBRO DEL MES: 'Epifanía de un misterio. La creación y las criaturas'

Una obra del cardenal Gianfranco Ravasi, en Narcea

Epifanía de un misterio. La creación y las criaturas, Gianfranco Ravasi (Narcea)

PEDRO BARRADO | El título original de esta obra indica más claramente que la traducción española el objeto del libro: L’uomo della Bibbia (“El hombre de la Biblia”). Sin embargo, la traducción tiene el mérito de poner de relieve el contenido profundo del discurso del autor. En efecto, el cardenal Gianfranco Ravasi ha escrito una obra pequeña en extensión, pero enormemente sugestiva, que trata de destacar lo que significa el ser humano para el pensamiento bíblico: un misterio de relación con Dios, con los otros y con el resto de la creación, que se va manifestando en una vida en muchas ocasiones tenebrosa, aunque siempre dotada de un resplandor divino que, en último término, logra disipar las sombras.

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Ravasi –que, como saben los lectores, colabora en esta revista una vez al mes– es actualmente presidente del Consejo Pontificio de la Cultura y de la Pontificia Comisión de Arqueología Sagrada. Aparte de su competencia en materia bíblica (ha sido profesor de Exégesis bíblica en la Facultad de Teología de Italia Septentrional y miembro de la Pontificia Comisión Bíblica), es un hombre de vasta cultura –casi podríamos decir “renacentista”–, como queda acreditado en sus numerosos libros y artículos, en cuyas páginas se dan cita los más diversos escritores, científicos, cineastas, músicos, etc., tanto antiguos como modernos.

Eso hace que en su pensamiento se relacionen con enorme naturalidad y se llegue a una síntesis armónica de elementos que, de otro modo, estarían condenados a ser tratados por los especialistas respectivos de cada área y a quedar confinados en ella. Es más, la confluencia del mundo de la Biblia con el de la cultura que lleva a cabo el cardenal Ravasi realza una interacción extraordinariamente fecunda y tan necesaria como, por desgracia, a menudo inexistente.

El primer capítulo del libro –‘Para una teología del cuerpo’– responde al clásico acercamiento a los términos que, tanto en hebreo como en griego, designan a la persona: néfesh, basar, rúah, soma, pneuma… (Por cierto, es una lástima que las transcripciones de términos de esas lenguas hayan quedado como aparecen en el original italiano y no se hayan adaptado a la fonética española; así, por ejemplo, en la p. 15, chajjim habría debido ser hayyim o hayyim.) En todo caso, el ser humano es perfilado como una unidad con múltiples dimensiones y relaciones, y con una vivencia tanto interior como exterior.

Trabajo que diviniza

Los capítulos segundo y tercero –‘El hombre en el mundo creado por Dios’ y ‘La condición humana’, respectivamente–, recurren de forma especial, aunque no exclusiva, a los tres primeros capítulos del Génesis, donde la Escritura ofrece una grandiosa y realista visión de la persona. En el primero de estos dos capítulos hay que hacer mención particular del tema del trabajo, presentado como una actividad no solo humanizadora, sino hasta cierto punto “divinizadora”: “Todos los pueblos de la tierra celebran una liturgia cuando trabajan” (p. 40).

Asimismo, hay que destacar la visión igualitaria de los sexos que presenta Gn 2, aunque aparentemente no sea así, y que el cardenal Ravasi sabe poner tan bien de manifiesto. En el capítulo dedicado a ‘La condición humana’, se abre la puerta a la faceta oscura del ser humano, con el límite, la culpa y el pecado, que hacen que la persona se muestre hostil a la naturaleza, a los otros y al mismo Dios.

Por último, el capítulo cuarto –‘Bajo el sol de la gracia’– rescata al hombre de esa espiral de mal, pecado y culpa en que se hallaba sumido para, por medio de la gracia, llevarlo al esplendor de la gloria que procede de Dios. La conclusión del libro es una oración de la mística contemporánea francesa Madeleine Delbrêl (1904-1964), que nos habla del encuentro con Cristo “como una danza en los brazos de tu gracia, en la música universal del amor” (p. 99).