CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla
Ni nostalgia del pasado ni miedo al futuro, repetía Benedicto XVI. Aprender del pasado, vivir conscientemente el presente y trabajar por el futuro, nos dice el papa Francisco. Otros analistas vienen anunciando un cambio de época, de ciclo, de edad. Incluso se habla de grandes revoluciones y hasta se aventuran, basados en tendencias y prospectivas, a señalar los caminos por donde van a discurrir esos nuevos tiempos, a los que no hay que esperar mucho, pues ya han comenzado.
Ideas y comportamientos no se presentan de repente y como un fogonazo de luz que deja, no en la penumbra, sino en la oscuridad completa, tiempos pasados. La evolución no solamente es un fenómeno biológico, lo es también epistemológico, del pensamiento. Hay una continuidad producto de una herencia, que no llega en un momento puntual, sino que va recibiendo un poco todos los días.
Ni estabilidad inamovible con ruptura traumática, ni revolución y cataclismo. Aprovechemos las lecciones y logros, los conocimientos y experiencias de cada época y sigamos adelante, llevando en las alforjas la sabiduría de aquellos que nos antecedieron.
Hubo un tiempo en que se insistía machaconamente en la involución de la Iglesia. El mismo término de involución es equívoco e inapropiado refiriéndose a una realidad teológica y carismática como es el nuevo pueblo de Dios fundado por Jesucristo. El misterio de la encarnación del Verbo no retrocede. Puede haber momentos en los que interfiere alguna nubecilla que no deja ver la ascensión de lo que sigue subiendo, a pesar de las dificultades que van poniendo las debilidades y los pecados de los hombres.
En los últimos años, se han sucedido en la historia de la Iglesia unos papas que nos parecen diferentes. Sin embargo, no hay rupturas ni escisiones traumáticas, ni cambio en el contenido de la fe, pero sí reformas importantes en lo que respecta a la disciplina y acciones pastorales de la Iglesia, que está atenta a dar respuesta, siempre desde el Evangelio, a lo que el pueblo de Dios necesita en cada momento.
Pensemos en lo que ha vivido la Iglesia guiada por los últimos papas. Desde la providencial iniciativa de Juan XXIII con el Vaticano II, hasta Francisco, que se ha convertido en referente universal de la defensa de los derechos de las gentes. Los tiempos pasan, Dios permanece.
En el nº 2.992 de Vida Nueva