JESÚS SÁNCHEZ CAMACHO | Periodista y profesor CES Don Bosco
El pasado 4 de marzo celebrábamos un Momento bisagra en la Iglesia española. La CEE cumplía medio siglo de existencia (VN, nº 2.979). Su constitución arrojaba un hálito de esperanza en creyentes y no creyentes que, fuera y dentro del país, se preguntaban hasta qué punto la Iglesia podría encajar el Concilio Vaticano II en la enmarañada coyuntura social y política de España.
Cuatro meses después, la CEE demostraba su arrojo publicando La Iglesia y el orden temporal a la luz del Concilio; un primer documento que apostaba por la participación de todos los ciudadanos “con libertad y responsabilidad, aportando sus esfuerzos al servicio del bien común”.
El 9 de julio de 1966 (nº 530), en su editorial titulado Un documento trascendente, la revista recomendaba una lectura detenida de un texto que trataba “los problemas temporales (…), y esto último cobra singular importancia ante las divergencias que personas o grupos han mostrado a la hora de interpretar tal doctrina”.
Era la primera maniobra de la Iglesia para ir desanclándose del Estado y buscar el océano de la libertad religiosa. Este ejercicio de libertad contrasta con el intento de adiestramiento de ciertos predicadores que, el domingo electoral del 26-J, desde sus púlpitos, lanzaron proclamas contra “ciertos partidos”, considerados por ellos anticatólicos. Una manera singular de celebrar los 50 años de Un documento trascendente.
En el nº 2.996 de Vida Nueva