MARÍA ÁNGELES ALIÑO | Superiora provincial de España de las Religiosas de Jesús-María
Estos días me encuentro en Haití, en Puerto Príncipe, tierra sagrada donde nuestra querida hermana Isa Solá ha derramado su sangre, entregando su vida al Señor y al servicio de sus hermanos hasta el final. Podemos decir que Isa ha muerto como ha vivido: dándolo todo.
La noticia de su asesinato ha causado un dolor profundo. Todos nos sentimos tristes por lo injusto e inesperado de su muerte: familiares, hermanas de congregación, religiosos, religiosas y sacerdotes, amistades, miembros de distintas entidades… También este pueblo haitiano siente y expresa mucho dolor porque las gentes de aquí la han querido mucho y no aceptan lo que ha pasado, pues Isa amaba a este pueblo, se ha entregado a él y lo llevaba en su corazón.
Como hermana de nuestra congregación de Jesús-María he tenido el privilegio de haber vivido y compartido con ella muchos momentos de su vocación y de su vida, sus ideales, ilusiones, proyectos… y, sobre todo, ver con qué alegría y entusiasmo vivía su vida consagrada misionera.
Aún en medio del dolor, me brota del corazón una acción de gracias a Dios, Señor de la Vida, por el regalo de Isa, por su vida, por su testimonio profético, por irradiar siempre alegría, generosidad, entrega a los pobres y perdón, que estamos seguras de que habrá otorgado a los que le han quitado la vida. Ese es el mensaje que nos dejó Jesús en la Cruz: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, y que también vivió santa Claudina, nuestra fundadora, cuando mataron a dos de sus hermanos.
El Señor dotó a Isa de muchos dones y cualidades, entre ellas, la de cantar. Tenía una voz dulce y bonita. Me emociona recordarla tocando la guitarra y cantando, con la melodía que ella compuso a la oración que tantas veces hemos rezado: “Tomad, Señor y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad. Vos me lo disteis, a Vos, Señor lo torno…”.
Ella ahora nos sonríe desde el cielo, goza de Dios e intercede por todos.
Publicado en el nº 3.002 de Vida Nueva. Ver sumario
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