Trabajo decente -

Sebastià Taltavull, obispo auxiliar de Barcelona SEBASTIÀ TALTAVULL ANGLADA | Obispo auxiliar de Barcelona

Ante la Jornada Mundial por el Trabajo Decente, que se ha celebrado el pasado 7 de octubre, los obispos de Cataluña, apoyando a las delegaciones de pastoral obrera y otras entidades cristianas, hemos querido recordar el compromiso de toda la comunidad cristiana para ayudar a que todos puedan conseguir un trabajo decente en condiciones de libertad, igualdad, seguridad y dignidad humana. Cuando sus condiciones se ven profundamente deterioradas, toda la vida personal, familiar y social queda afectada negativamente.

Como seguidores de Jesús, hemos de tomar conciencia de que la economía no puede ser nunca un absoluto y que ha de estar siempre al servicio de la persona. La rentabilidad económica no puede ser nunca ni el único ni el último criterio de valoración del trabajo. “El trabajo –dice el papa Francisco– es una necesidad, surge del sentido de la vida en esta tierra, camino de madurez, de desarrollo humano y de realización personal” (LS’ 128). Y, además, ha insistido mucho en decir “no a una economía de la exclusión y la desigualdad. Esta economía mata” (EG 53).

Entonces, ¿es posible un trabajo decente en una economía indecente? El camino hacia el trabajo decente ha de ser una prioridad en las políticas y en los objetivos de los agentes sociales y empresariales. ¿Cuándo será el día en que un Parlamento hará el gesto político y humanitario de una votación unánime a favor de un pacto social que trabaje por la inclusión de los más excluidos, especialmente del trabajo, de la vivienda, de la educación, de la salud?

En toda acción a favor de los pobres, Jesús valora que pongamos corazón con actitudes y gestos de misericordia. Padecemos paro, crisis económica y, en su origen, la codicia. Hay que empezar por erradicar el mal desde la raíz, allí donde se quiere conseguir aquello que a la larga nos destruye. ¡No lo permitamos!

Publicado en el número 3.007 de Vida Nueva. Ver sumario