Cuidemos las palabras

Juan María Laboa(Juan Mª Laboa– Profesor emérito de la Universidad Pontificia Comillas)

“¿Qué es más pecado, matar al padre o a la madre? ¿Qué es más pecado, desvirgar a la casta Susana o violar a una viuda? ¿Qué es más pecado, permanecer indiferentes ante la muerte de hambre de millares de niños africanos o abortar?”

Desde muy pequeños nos enseñaron a repeler al Maligno, a intuir sus tácticas, a prever sus insidias y a defendernos con acierto. Hoy, el peligro puede manifestarse bajo la apariencia de un periodista, que resulta, al menos, tan peligroso como Belzebú, pero nadie nos prepara a defendernos, a reaccionar ante las preguntas insidiosas. ¿Los periodistas son perversos? Podrían serlo, cuando no buscan la verdad sino solo impactar. Pero, ¿no tendríamos que llamar la atención a quienes muestran ineptitud para salir airosos del lance, incapaces de competir con quienes no tienen nada que perder, carentes de maña para ser prudentes como serpientes y sencillos como palomas?

¿Qué es más pecado, matar al padre o a la madre? ¿Qué es más pecado, desvirgar a la casta Susana o violar a una viuda? ¿Qué es más pecado, permanecer indiferentes ante la muerte de hambre de millares de niños africanos o abortar? ¿Podemos quedar impunes y mortalmente enredados en la casuística moral que tanto mal ha causado a lo largo de los siglos? Nos contaban en el pasado que en el sexto mandamiento no había parvedad de materia, y ¿en la falta de amor? ¿Cómo se puede amar a los que no han nacido si no se ama intensamente a cuantos viven en la precariedad y el dolor?

No pocos creyentes amenazan con no leer más periódicos ni oír la radio con el fin de no escuchar tantos ataques a la Iglesia, ataques que corroen lentamente la credibilidad y el prestigio eclesial. Les contesto que, tal vez, también yo los abandone, pero no tanto por esa razón, por importante que sea, sino porque no aguanto más la tribulación al escuchar las respuestas y los comentarios de algunos clérigos. De lo que no puede hablarse hay que guardar silencio.

En el nº 2.663 de Vida Nueva.

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