Irlanda dice “no” al Tratado de Lisboa

Bruselas teme que este resultado pueda animar a los ‘euroescépticos’

(J. C. Rodríguez) Irlanda, con cuatro millones de habitantes, apenas representa el 1% de los 500 millones de europeos. Pero cuando el 53,4% de sus votantes dijeron “no” al Tratado de Lisboa en un referéndum celebrado el pasado 13 de junio, la Unión Europea sufrió su peor revés en los últimos 50 años, porque el tratado sólo puede entrar en vigor el próximo 1 de enero si todos los 27 Estados miembros lo aprueban.

No es el único obstáculo serio conocido en años recientes. Ya en 2005, los votantes franceses y holandeses rechazaron un proyecto -más ambicioso- de una Constitución europea, de la que el Tratado de Lisboa era sucesora y de la que ha conservado algunos elementos. A pesar de todo, Francia -que comenzará su presidencia rotativa de seis meses el próximo mes- no cree que sea necesario redactar un nuevo esbozo de Tratado, según declaró su Secretario de Esta-

do en Asuntos Europeos, Jean-Pierre Jouyet, a principios de esta semana. Pero en Bruselas aumenta el miedo a que el rechazo de Irlanda se contagie y pueda animar a los “euroescépticos” del Reino Unido y de la República Checa, países donde muchos quieren también que haya una consulta popular.

En el voto negativo irlandés parecen haber influido algunas de las cosas que han oído sobre el Tratado de Lisboa: que iba a aumentar los impuestos, que terminaría con la neutralidad de su país y que obligaría a la legalización del aborto. Muchos analistas se han preguntado si tiene sentido someter a referéndum un complejo documento de 400 páginas que seguramente muy pocos de los votantes habrán leído.

Preocupación

A principios de esta semana, los líderes de la UE se reunieron en Bruselas para buscar una salida a esta crisis. Por el momento parecen haber encajado el golpe y parecen continuar como si no hubiera pasado nada. Para salir de este laberinto, es muy posible que, a finales de año, presionen a Irlanda, tal vez pidiendo una segunda votación, o haciendo una declaración en la que den garantías a los irlandeses de que el tratado no cambiará sus políticas sobre los temas antes mencionados. El ministro español de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, insistió en que el proyecto “no está muerto” y que el objetivo de que entre en vigor en enero de 2009 sigue siendo realista.

El “no” irlandés ha significado para muchos observadores un síntoma preocupante de que la idea europea pierde fuelle, algo que llevamos años viendo con los elevados porcentajes de abstención cada vez que se celebran elecciones al Parlamento Europeo.

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