(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)
Un erial es terreno sin cultivar, tierra desaprovechada para la labranza. El campo del pensamiento teológico español tiene anchos eriales en los que brotan cardos de espiritualismo vacío que confunden catecismo con teología, junto a hierbas agostadas de tanto frenesí pastoral. Ha habido mucho interés en sustraer al teólogo su misión evangelizadora, negándole categoría pastoral. ¡Craso error de quienes se empeñan en seguir caminando con los pies y no con la cabeza! ¡Miedo al pensamiento crítico! Hoy, en esta tierra baldía, se levanta enhiesto, con ingente porte sacerdotal e intelectual, Olegario González de Cardedal, de quien cabe decir, remedando la obra que sobre Ortega escribió Gregorio Morán: Olegario, el teólogo en un erial. El teólogo abulense, tan salmantino él, se alza en el páramo con ojo crítico, con eclesial conciencia, con argumentos para el diálogo, con erudición enciclopédica, con razones y sin tópicos. Atacado por envidia, nunca fue vilipendiado, siempre fue reconocido. Prefiero hablar de él con motivo de sus bodas de oro sacerdotales.
El don de su sacerdocio se volvió en él tarea teológica. Trama y urdimbre de una vida consagrada al pensamiento, a la docencia, a la evangelización. Mi felicitación toma prestado el pensamiento que subyace en Retorno a Brideshead, de Evelyn Waugh: al final, a la vuelta de todo, contemplando la propia biografía, uno advierte que todo es gracia. La gracia es la gran protagonista de una vida vivida con honradez intelectual. Conveníamos en todo esto conversando una fría tarde de diciembre en Salamanca. ¡Todo es gracia!
Publicado en el nº 2.666 de Vida Nueva (del 27 de junio al 3 de julio).