Remar

Es imparable. La reforma está en marcha. Desde que hace dos años el padre Bergoglio se asomara a un balcón de la Plaza de San Pedro, nos hemos hartado de utilizar la palabra revolución, cuando uno ha experimentado en su vida que antes que en el vendaval, el verdadero cambio viene dado por la brisa. Pues bien. Ha llegado. El aire nuevo. Está en manos de los cardenales. El Vaticano se pone a dieta. Menos Pontificios Consejos. Menos burocracia. Menos funcionariado. Más servicio al otro. Más disposición para estar “en salida”. Y más participación. Toca renovar la Pastor Bonus, la Carta Magna de la Santa Sede. No va a ser una decisión vertical. De arriba abajo. No. La propuesta de Francisco pasa porque sean los canonistas quienes tengan el peso de formular, pero que toda la Iglesia tenga voz. Incluso voto. Que las conferencias episcopales lo analicen. Que los jefes de las Iglesias orientales la estudien. Que se discuta en una plenaria. La colegialidad de facto ha llegado a Roma. Lo hace para quedarse. Aunque algunos les pese. Aunque haya quien sienta que el timón no lo tiene bien sujeto. Una palabra me ronda estos días la cabeza. Y el corazón. Corresponsabilidad. Está en el Código de Derecho Canónico, pero no parece haber calado todavía hoy. Francisco quiere una Iglesia de adultos, no de adolescentes o de guardería. Mensaje para sacerdotes, religiosos y laicos. Se acabó el tiempo de los dardos envenenados, de reclamar un lugar donde se nos vea a nosotros o a nuestras obras, de pedir un título que acredite nuestro buen hacer. El Baustismo nos hace hijos de Dios y cristianos de pleno derecho. Pero también de deberes. Que asumamos con madurez que remar es cosa de todos, aunque al frente de la barca esté Pedro. Que no se nos olvide que esa reforma de la Curia que ahora se juega en Roma se quedará en papel mojado si no hay manos detrás que la empujen. Que remen. Mar adentro.

José Beltrán. Director Vida Nueva España

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