Ahora… Eurasia (II)

ALBERTO RUBIO │ El futuro y la paz del mundo están ligados al devenir de este continente. Extenso, diverso, conflictivo pero sin duda clave para el perfil de este siglo. Eurasia es cuna de las principales civilizaciones y religiones. Contiene hoy el 70 por ciento de la población del planeta, aunque sólo un 10 por ciento se asienta en el occidente europeo. Las economías de su extremo oriente son las de mayor tasa de crecimiento desde fines del siglo XX y se perfilan como actores hegemónicos estratégicos de un mundo multipolar.

En ese marco la posición del catolicismo es delicada: 23% en Europa y 11% en Asia. Sobre esas realidades, consistente con las líneas pastorales de los últimos pontífices (Carta a la Iglesia de Asia, de san Juan Pablo II en 1999 y a la Iglesia de China, de Benedicto XVI en 2007), el papa Francisco mira los nuevos y complejos horizontes que plantean esos territorios porque, sea aceptado o no, el cristianismo está inserto desde sus orígenes en la historia universal.

 

Realidades complejas, diálogo avanzado

people-1432658Herencia de tensiones y divisiones de los tiempos de la guerra fría, conflictos políticos, étnicos y religiosos, dificultosa vigencia de derechos humanos básicos, impacto de las migraciones, nuevos procesos de urbanización, nacimiento de complejos industriales y tentaciones consumistas por cubrir anteriores demandas insatisfechas son algunas de las causas que presionan sobre la vida familiar y personal en la Rusia post Soviética.

La Iglesia Ortodoxa Rusa afronta esos retos luego de dar un paso institucional significativo (2007) al firmar un Acta de Comunión Canónica que cierra el cisma con la Iglesia Rusa en el Exilio, nacida en 1927, cuando el entonces Patriarca de Moscú declaró su lealtad al gobierno soviético. El acuerdo fue celebrado en la Catedral de Cristo Salvador de Moscú con la presencia del entonces presidente Vladimir Putin. El Centro de Investigaciones Sociológicas de la Universidad Lomonósov de Moscú estima que un 51 por ciento de la población (142 millones) adhiere a la Iglesia Ortodoxa. El catolicismo es una muy baja proporción (0,1 por ciento), ligado a minorías de origen polaco, lituano, alemán y ucraniano.

En ese marco de realidades se da el encuentro y la Declaración Conjunta del Patriarca Cirilo con el Papa Francisco en Cuba (febrero 2016) “reunidos a distancia de las antiguas disputas del Viejo Mundo” y sintiendo “la necesidad de colaboración entre católicos y ortodoxos”.

Hay profunda significación en el texto del documento: reconocer la pérdida de unidad y las heridas causadas por las diferencias heredadas de los antepasados; esperanza en que el encuentro contribuya a la unidad e inspire a los cristianos para sostenerla; hacer un llamamiento en defensa de los cristianos y seguidores de otras religiones, perseguidos o víctimas de la guerra civil y la violencia terrorista; necesidad que las naciones hagan esfuerzos para poner fin al terrorismo mediante acciones comunes, conjuntas y sincronizadas; regresar a los valores comunes del Evangelio; necesidad de diálogo interreligioso, dado que las diferencias no deben impedir vivir en paz y armonía; preocupación por la situación de cristianos que enfrentan restricciones a la libertad religiosa, dar testimonio de sus creencias y vivir de acuerdo con ellas; llamamiento a los cristianos de Europa Occidental y Oriental, para que testimoniando a Cristo y el Evangelio, Europa mantenga su tradición cristiana; clamor por el destino de los millones de inmigrantes y refugiados; preocupación por la crisis de la familia, fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, lamentando otras formas de convivencia equiparadas a esa unión; clamor por el derecho a la vida de los niños con posibilidad de nacer y por la divulgación de la eutanasia; respeto mutuo por la actividad misional, excluyendo formas de proselitismo y prácticas para obligar a los fieles a pasar de una Iglesia a otra. Quise destacar con otra letra contenidos destacados de una verdadera “agenda de compromiso” mutuos.

Hay también menciones políticamente fuertes, todas precedidas por un clamor a la esperanza: “que nuestro encuentro contribuya a la reconciliación entre greco-católicos y ortodoxos, buscando modos de convivencia aceptables; porque el enfrentamiento en Ucrania causó sufrimientos innumerables y hundió a la sociedad en una profunda crisis económica y humanitaria instamos a nuestras Iglesias a trabaja en armonía, abstenerse de participar en confrontaciones o apoyar el desarrollo del conflicto; esperamos que la división entre los creyentes ortodoxos sea superada, que todos los cristianos ortodoxos de Ucrania vivan en paz y que las comunidades católicas del país contribuyan a ello, para que la hermandad cristiana sea más evidente”.

Los cimientos morales del mundo actual están severamente resquebrajados. “La existencia humana, espera de nosotros el testimonio cristiano en todos los ámbitos de la vida personal y social. ¿Podremos en la época crucial dar testimonio conjunto del Espíritu de la verdad? De esto depende, en gran medida, el futuro de la humanidad”. La declaración conjunta cierra una etapa de negociaciones y abre una de consensos para la acción.

 

Presencia remota, dificultades presentes

_62470832_ma_yingjeou_mainland_students_cyiLa Iglesia siempre trata comprender la situación política en los países donde cumple su misión. En Asia Oriental, esa meta es compleja. Un abanico de ideologías inspiran formas de gobierno que van desde democracias representativas hasta teocracias, dictaduras militares y ateísmo. Algunos Estados reconocen una religión oficial, admiten poca libertad a minorías de otros cultos, y a veces ni siquiera lo permiten. Es el caso de China, una potencia en ascenso que abre un nuevo escenario en la estructura del sistema internacional, prometedor para la región asiática y atractivo para el interés del mundo entero.

El Vaticano no logra establecer un diálogo franco y constructivo con sus autoridades. Ese es un aspecto delicado pese a que, con altibajos, esté presente desde 1297 (franciscanos) y 1582 (jesuitas). Si bien el proceso de normalización de relaciones lleva tiempo, presupone buena voluntad de las partes. Esa condición no aflora, ante lo cual la posición vaticana es muy firme. Lo expresa Benedicto XVI en su Carta Apostólica: “Que China lo sepa: la Iglesia católica tiene el vivo propósito de ofrecer un servicio humilde y desinteresado en lo que le compete, pero no puede buscarse solución a los problemas existentes si media un conflicto permanente con las autoridades civiles legítimas; no es aceptable una docilidad a las mismas si interfieren indebidamente en materias que conciernen a la fe y la disciplina de la Iglesia. Las autoridades civiles son conscientes que nuestra enseñanza invita a los fieles a ser buenos ciudadanos, colaboradores respetuosos y activos del bien común, pero también está claro que ella pide al Estado garantizar a ciudadanos católicos el pleno ejercicio de su fe”.

El Estado, pese a su ateísmo, interfiere con acciones concretas y orientaciones específicas que alteran la vida de la comunidad católica china. Es el caso de la “Iglesia Católica Nacional”, paralela a la estructura de la Santa Sede. Aunque en número reducido, hay “sacerdotes y obispos” ordenados sin mandato pontificio ni respeto al rito de ordenación por quienes optaron por pertenecer a ella, en consecuencia: no legítimos. Roma puede comprender que las autoridades chinas estén atentas a la selección de quienes desempeñen el papel de pastores dada las repercusiones sociales que tienen en el campo civil, pero sigue con atención el nombramiento de los mismos, puesto que afecta al corazón del sistema de vida de la Iglesia. El nombramiento de los Obispos por el Papa es garantía de unidad y de comunión jerárquica, por lo cual el Derecho Canónico establece graves sanciones tanto para el Obispo que confiere libremente la ordenación sin mandato apostólico como para quien la recibe. Esas ordenaciones representan “una dolorosa herida para la comunión eclesial y una grave violación de la disciplina canónica”. A la luz de lo expuesto, el actual “Colegio de Obispos Católicos de China” no es reconocido como Conferencia Episcopal dado que no incluye a los “obispos católicos en la clandestinidad”, no reconocidos por el Gobierno. Incorpora prelados que son ilegítimos y está regida por Estatutos que contienen elementos inconciliables con la doctrina católica.

Mientras las autoridades indican unos 100 millones los creyentes, estudios de la Universidad de Shangai refieren que unos 300 millones de chinos se declaran religiosos y citan alto nivel de religiosidad en los jóvenes. Un 7 por ciento de la población total y en franco crecimiento sería católica (90 millones). Este es un valioso espacio misional.

 

Horizontes Eclesiales

Francisco tiene claro las grandes derivas del mundo actual. No siempre entendemos sus gestos, porque suele anticiparse a los hechos. Firmeza, decisión y asumir riesgos son las claves de su misión. Sabe que no habrá paz en el mundo sin diálogo entre las naciones y las religiones. Apela y suma dirigentes honestos y no oculta su mensaje ante quienes especulan. Ahora la mirada está puesta en Europa, presa de intolerancia, a la que se aferran los desposeídos de la vida y a ese Oriente, inmenso, difícil y prometedor, “donde Jesús nació y comenzó el cristianismo” (Juan Pablo II).

 

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