INÉS CASALÁ. Docente y escritora
Hace poco vi en Facebook una foto de un niño leyendo y, debajo la frase: Niño en extinción. Desde hace muchos años, nos preocupa a los docentes y a los padres que los niños no lean. Son muchos los motivos que provocan el desinterés por la lectura. Los niños no ven leer a los adultos, los padres manifiestan que comprar un libro es un “gasto”, los libros no son interesantes, existen numerosas ofertas más “divertidas”.
Más que quedarnos pensando en las causas, vamos a pensar qué podemos hacer para que los niños lean. Esa fue siempre mi preocupación, transmitir mi pasión por la lectura, por el mundo maravilloso que se nos presenta cuando abrimos un libro y comenzamos a pasear nuestra vista sobre esas letras aparentemente estáticas que cobran vida en nuestro interior.
Desde hace años me dedico a fomentar la lectura de los niños y de los adultos a través de talleres en diferentes escuelas y centros. Lo primero que pienso antes de preparar un encuentro es a quién está destinado y qué mensaje quiero transmitir. Luego, viene la tarea de seleccionar los cuentos. Pero muchas veces, los cuentos los encuentro contando. Los niños me dicen que les cuente un cuento y les pregunto “de qué”. Ellos dicen de “monstruos que salen de las baldosas cuando pisamos las rayas”, “de niños que se levantan en medio de la noche”, “de brujas”, “de dragones” y así nace un cuento. Es cierto que hay mejores escritores que otros pero, todos podemos inventar un cuento.
Me voy a centrar en experiencias que realice con tres de mis libros.
- El Dragón, de la colección Tragaluz (Stella): Cuando trabajamos este cuento, leemos la historia hasta la mitad. Hasta que surge un problema a resolver. El problema es lo menos importante. Nos centramos en cómo se puede resolver. Conversamos con los niños para entender cuál es el verdadero problema que se plantea. Muchas veces no podemos resolver un problema porque no lo podemos enunciar.
Una vez que establecimos, entre todos, el problema, dejamos un tiempo para que piensen diferentes formas de solucionarlo. Aclaramos que no estamos buscando una respuesta “correcta” sino que, en general, hay muchos caminos. Nosotros, con una formación lógica griega, creemos que las cosas son A o no A, no existe una tercera opción. Sin embargo, en la vida no siempre es así.
Los niños expresan libremente lo que pensaron. A medida que uno habla, los demás escuchan y le contestan. Antes de darle la palabra a otro niño, el resto opina acerca de lo que dijo. El cuento es comunicación y debe provocar comunicación.
En cada opinión destacamos a qué conduce esa solución. Cada elección en la vida desemboca en lugares diferentes y, nos tenemos que hacer responsables de esas elecciones.
Cuando los niños se han expresado y han dialogado, continuamos la lectura con las tres posibilidades pensadas por mí. Es decir que este relato nos permite pensar que no existe una forma de resolver un problema. Si un compañero me molesta y le pego tengo que pensar a qué me conduce esa decisión. ¿Al lugar en dónde quiero estar?
- Las dos brujas (Stella) trabaja el tema de la memoria, de la necesidad de pedir ayuda y de los secretos. Trabajamos la personalidad de las dos brujas, las representamos y, realizamos la propuesta del “aquelarre”. Es decir, ante un conflicto, proponemos todas las posibilidades diferentes que se nos ocurran, y aquí está permitido proponer hasta las opciones más “locas”. Una especie de lluvia de ideas. Luego vemos que las brujas recuperan el embrujo perdido cuando lo buscan juntas y de la importancia y necesidad de estar con otro. Solo no puedo, soy en relación al otro.
Ambos libros los hemos trabajado con niños de nivel inicial y hasta 10 años, adaptando la forma de hacerlo.
- ¿Y si dejo la manada? Aldo Boserver, oteando una intimidad (Sendero) está dirigido a adultos. Pertenece a la colección Re conectarnos. Esta colección es como un pozo profundo, de donde vamos a poder sacarel agua necesaria para seguir andando. Y en el fondo de ese pozo cohabitan, en nosotros, nuestra expresión más verdadera: lo mejor y lo peor, lo más sublime y lo más turbio. En ese pozo está también Dios… Y él se nos ofrece, sin dar muchas vueltas para dejar que el Espíritu nos hidrate la Vida.
Desconectarnos para re conectarnos con lo esencial, con nuestra interioridad para no quedarnos estancados, cómodos, como querían los apóstoles haciendo tres carpas, sino para salir de nosotros mismos y actuar sobre el mundo.
Aldo observa mujeres y aprende. Cada capítulo termina con una guía de reflexión individual o grupal. Por ejemplo, cuando trabajamos el capítulo en el cual Aldo busca su identidad, le pedimos a los participantes de los talleres que escriban en un papel su nombre, recorten cada letra y busquen palabras que se pueden formar con su nombre. Aldo Boserver, es un anagrama de El Observador. Se trata de un juego, una forma de comenzar el diálogo. Leemos cómo Aldo descubre para qué vive y luego, a partir del juego, pensamos nuestro para qué.
Aldo nos permite hablar de la venganza, del dolor, del perdón, del poder, de la muerte, de la soledad, del placer.
En algunas escuelas han trabajado un capítulo en la reunión de personal. Leen el capítulo y luego miran su vida, su práctica. ¿Dónde ponen la mirada?
Aldo es un personaje del cual algunos lectores se enamoran y a otros les resulta inapropiado. Entre medio, provoca muchos sentimientos. No se trata de sentir empatía hacia Aldo, ni de juzgarlo, ni de tenerle pena. Más bien, de agradecerle que, a través de su mirada, podemos otear nuestra vida. Otear es mirar con cuidado, sin juzgar.
El objetivo de la colección es mirarse uno para salir hacia fuera. Descubrir qué posibilidades tenemos para transformarnos y transformar el mundo.
El objetivo de los libros, en general es comunicar. Ojalá que estos libros comuniquen luz y vida.