Antes, psicóloga. Ahora, juniora de los Sagrados Corazones y psicóloga. Antes, periodista deportivo. Ahora, seminarista de la diócesis de Madrid, y periodista. Un perfil nuevo de consagrados para un tiempo nuevo. La sede madrileña de Obras Misionales Pontificias (OMP) ha acogido, en la mañana de hoy miércoles 3 de mayo, la rueda de prensa de presentación de la 54ª Jornada Mundial de oración por las Vocaciones y Jornada de las Vocaciones Nativas.
Coincidiendo con el domingo del Buen Pastor; estas dos campañas se celebran el domingo 7 de mayo bajo el lema ‘Empujados por el Espíritu: aquí estoy, envíame’ y buscan promover la oración por las vocaciones de especial consagración –sacerdocio, vida consagrada…– y promover el sostenimiento de esas mismas vocaciones en territorios de misión a través de OMP.
Así, actualmente España cuenta con 1.247 seminaristas mayores y 1.254 hombres y mujeres en formación en la vida religiosa, mientras que 1 de cada 3 seminaristas del mundo está en territorio misionero. De hecho, se han duplicado las vocaciones nativas en las tres últimas décadas (de 46.932 a 88.138). Pero, ¿cuál es el rostro de estas nuevas vocaciones?
El nuevo perfil vocacional
“Dios fue haciendo su trabajo ajeno a mi voluntad. A los 18 años me planteé qué quería hacer con mi vida. Tenía claro que quería estudiar Psicología para estar al servicio de los demás y, a partir de ahí, tuve experiencias de voluntariado”, comenta Beatriz García Comyn, juniora de los Sagrados Corazones. Psicóloga madrileña de 28 años, actualmente estudia Teología en la Universidad de Comillas, a la vez que trabaja en el Departamento de Orientación del colegio Enriqueta Aymer de Aluche.
“Precisamente como psicóloga me planteé cómo podía ser más yo. Caí en la cuenta que no podía vivir ajena a los problemas que veía alrededor”, dice esta religiosa, reflejo del nuevo perfil vocacional: jóvenes que llegan a la vida religiosa con una mochila formativa y experiencial previa a ese “sí” a Dios.
“Quienes decidimos apostar por la vida religiosa vamos a contracorriente, pero Jesús es lo que hizo”, explica, a la vez que pone el énfasis en que “el mundo de hoy grita y necesita ternura, compasión y cariño. Creo que la vida religiosa me posibilita el espacio y la mediación para ser esa ternura para otros”. García Gomyn hizo especial hincapié en que “en este camino no vas solo, lo haces en comunidad”.
Un Dios al encuentro
“Un día de agosto, mi hermana me dijo que se metía a religiosa. Lo primero que pensé era que estaba loca”, asegura Francisco Javier Peño Iglesias, seminarista de sexto curso en el seminario conciliar de la archidiócesis de Madrid. Pero al instante, algo cambió: “Siempre he ido de sobrado por la vida; aquel día sentí que el Señor tocó la tecla de mi vida. Vi que Dios había vuelto a por mí”.
Este periodista deportivo se distanció de la fe cuando con 18 años sus padres se separaron: “Sentí que aquello era injusto para mí. Creí que Dios me había fallado, porque siempre me habían dicho que Dios era bueno y todo aquello no era tan bueno. Lo aparqué de mi vida”.
El acompañamiento de un sacerdote hizo el resto. “Estoy vendido”, bromea Francisco Javier, que confiesa que hasta entonces “mi vida era el periodismo, el Rayo Vallecano –formó parte de su equipo técnico- y la discoteca Kapital”. Hoy asegura que “voy a ser sacerdote porque lo que me mueve es amar y lo que plenifica mi corazón es el seguimiento a Jesús de esta manera. Si no fuera feliz así, ya me habría ido del seminario. Es una historia de amor”, explica este joven de 30 años que el próximo 10 de junio será ordenado diácono.
Una Iglesia “en pañales”
En un mundo global, la Iglesia es la primera en romper fronteras en este ámbito de la pastoral vocacional. Testigo de ello es Esperanza Becerra, religiosa de la Consolata, de origen colombiano y desde hace cinco años misionera en Mongolia, que ha vivido y acompañado al primer sacerdote nativo en la historia del país asiático: Joseph Enkh Baatar.
“Gracias al dinamismo de la Iglesia misionera estoy aquí, soy fruto de estas jornadas”, explicó Esperanza, convencida de que “ser misionero nace de la fe. He sido enviada a Mongolia en comunidad, para acompañar a una Iglesia bebé, en pañales”.
Y es que, en 2017 se celebran los 25 años del regreso Iglesia católica en el país, después de 66 años de dictadura comunista. “La gran resistencia del pueblo mongol y su paciencia a toda prueba ha sido y es un ejemplo para mí, junto a la capacidad de hacer poesía con su realidad”.