Después de haber sido dada de alta en el Hospital de la ciudad donde vive, a Carolina, de 19 años, se le reventó el aneurisma cerebral dejándola en estado inconsciente. Acompañada de Jacqueline, su hermana de 22 años, fueron llevadas al hospital de Linares a 43 kilómetros de distancia para instalarle un ventilador mecánico. Todavía insuficientes esos recursos, Carolina fue derivada al Hospital Regional de Talca, ubicado 54 kilómetros más al norte donde quedó en la Unidad de Cuidados Intensivos. Jacqueline, su hermana, es la única persona que la acompaña y que responde a los requerimientos médicos y administrativos del hospital, por lo que debe quedarse en esa ciudad desconocida para ella y en la que no tiene parientes ni conocidos.
Esta situación se repite a diario en los hospitales del país: personas que necesitan un tratamiento de algunos días y que viajan desde las zonas rurales o desde ciudades cercanas y no tienen dónde quedarse si no disponen de recursos económicos para pagar un hotel y su alimentación. O, como ocurrió con aquella embarazada que llegó a parir al hospital de Talca, su hija prematura debió quedar en incubadora, pero ella no tenía donde instalarse.
Convergencia de muchas voluntades
En dos diócesis se han puesto en marcha, recientemente, iniciativas que dan respuesta a estas necesidades. En la ciudad de Concepción se ha implementado una sala vecina a la capilla del Hospital Guillermo Grant Benavente para acoger a quienes necesiten un lugar de reposo, alimentación e, incluso, con personas que les escuchen y con quienes compartir sus dificultades. Yuliano Viveros, sacerdote gestor de la iniciativa, informó: “La idea es ir haciendo turnos de una hora, entre las 8:30 y las 15, lo que nos permitirá dar atención a un promedio de 25 personas, en cada turno. Se les dará un servicio de café, sándwich, y se ofrecerá la posibilidad de contención espiritual con el apoyo del Taller de la Esperanza, confesiones, acompañamiento con religiosas y catequesis para quien la solicite”. Y agregó: “esta es la conclusión de un proceso y fruto de la convergencia de muchas voluntades en esta acción solidaria”.
Durante la inauguración de la sala vecina a la capilla del Hospital Guillermo Grant Benavente, el arzobispo Fernando Chomalí manifestó: “esta es una buena noticia para los familiares de los enfermos, que pueden contar con este lugar, donde hay calor de hogar durante el día y, en la noche, puedan ir al albergue Padre Ángel Jiménez (Casa Betania). Esto es lo nuestro, lo propio de la Iglesia, estar atentos a las necesidades de las personas que más sufren, que no tienen más posibilidades que arrimarse a la buena voluntad de otros, en este caso de nosotros, que nos movemos por la fe”.
El director del hospital, Sergio Opazo, remarcó: “sin duda el derecho a la salud, después del derecho a la vida, es lo más importante en los derechos del ser humano; no porque no haya otros derechos importantes, sino porque los otros no se pueden ejercer cuando uno no tiene salud”. “Es muy importante poder entregar este servicio a los que más nos necesitan, al 80% de la población que llega a este hospital”, indicó.
“Son muy empáticos”
Una iniciativa similar se ha puesto en marcha en Talca, 255 kilómetros al sur de Santiago, con un convenio entre la dirección del Hospital Regional y la Fundación Contigo en el camino, creada por el obispo Horacio Valenzuela.
La Fundación buscó colaboradores que ayudaron a alhajar una casa apropiada, a cuatro cuadras del hospital, con capacidad para alojar a 16 personas, y dar alimentación durante el día a un número mayor. Con poco más de un mes de funcionamiento hasta aquí llegó aquella madre cuya hija estuvo en incubadora y ella debía ir varias veces al día a amamantarla. También se aloja Jacqueline, que todos los días acompaña a su hermana que fue operada y está en un lento proceso de recuperación. Esta joven comentó a Vida Nueva que es la única pariente que puede acompañar a su hermana ya que sus padres trabajan en el campo. “El mismo día que llegamos al hospital, la asistente social me orientó a esta Casa porque les dije que yo no tengo ningún conocido ni familiar en Talca. Ya estoy casi un mes aquí donde me han acogido con mucho cariño. Son muy empáticos”, afirmó.
Juan Manuel Cerna, secretario ejecutivo de la Vicaría de Pastoral de Talca, fue designado vicepresidente ejecutivo de la Fundación Contigo en el camino. “Hace un año y medio la dirección del hospital regional de Talca pidió al obispado abrir una casa para acoger a pacientes y familiares de quienes están en tratamiento oncológico, especialmente para quienes vienen de sectores rurales”, explica a Vida Nueva.
Esa petición fue llevada a la pastoral de salud que está actuando en el acompañamiento a los enfermos. “Además, tenemos la pastoral de acogida y escucha, ellos también acompañan en la Unidad de Cuidados Intensivos pediátricos del hospital a los papás que tienen allí a sus hijos”, agrega Cerna. Allí acogen a personas con patologías de salud mental, soledad, enfermos terminales, personas en tratamiento oncológico, etc. “Les acompañamos, contenemos y tratamos de vivir la espiritualidad del Buen Samaritano, es decir atenderlos en lo físico, pero ir más allá, acompañando hasta que lleguen a estar en pie”, señala.
Dar lo mejor sin esperar nada
Cuando el hospital de Talca pidió este servicio, en la Iglesia vieron una oportunidad de concretar sus inquietudes. El obispo erigió la fundación y buscaron ponerla en marcha con una casa apropiada.“Hubo que acondicionarla y equiparla para este uso”, describe Juan Manuel Cerna. Y sostiene: “Tuvimos una gran expresión de solidaridad con donaciones, facilidades de pago para adquirir los bienes y también unos 12 profesionales voluntarios que atienden a las personas que llegan a la casa. Nuestro objetivo es dar un trato de la mejor calidad”. En estas pocas semanas han alojado a 56 personas.
La Fundación ha establecido un convenio con el hospital para permitir que el Estado, a través del Fondo Nacional de Salud, pague el servicio indicado por el documento con que el hospital envía a las personas a la casa. De este modo, mensualmente recibirán la retribución por los servicios entregados a quienes llegaron hasta la casa.
María Iris Soto, administradora de la casa, señala: “en el hospital los equipos que trabajan en el servicio oncológico saben de esta casa y orientan a las personas hacia la asistente social y ella envía a quienes necesiten el servicio de esta casa, con el documento correspondiente. Lo mismo ocurre en pediatría para personas que necesitan dejar a sus hijos y visitarlos regularmente”.