Una cultura nueva estaría a punto de nacer, de creerles –y les creo– a dos interlocutores recientes.
El obispo de Jericó –un sacerdote redentorista mitrado– y el embajador de Colombia ante la Santa Sede me hacen pensar que una nueva cultura está dando sus primeros pasos.
Monseñor Noel Londoño enfrenta el poder de una poderosa empresa minera surafricana que adelanta trabajos de exploración en busca de oro, en territorio jericoano. Ya los intereses diocesanos fueron afectados cuando se frustró la muy esperada fundación de un monasterio benedictino en la zona rural de Jericó. La comunidad religiosa había comprado los terrenos y se preparaba para iniciar los trabajos de construcción, después de la aprobación de los planos del monasterio.
Enterados del proyecto minero y de la alteración del medio ambiente, los religiosos encontraron que las condiciones de vida del lugar se habían degradado, razón por la que vendieron su propiedad y renunciaron al proyecto. Es parecida la situación de los campesinos, particularmente la contaminación de las aguas, de modo que, conocidos sus reclamos en el concejo municipal, se llegó a un acuerdo de rechazo de la actividad minera en la región.
Junto con la presión política, en el municipio se adelanta una campaña de opinión pública para difundir el pensamiento de que se puede vivir sin el oro, pero no sin el agua y sin los bosques.
No han valido los argumentos de los comunicadores de la empresa minera sobre la generación de nuevos empleos ni sobre la importancia cultural y económica del oro. Por sobre estos hechos se destaca la convicción de que la minera pone en peligro la vocación agrícola de la población. Una larga tradición de cultivo del campo, que viene desde los tiempos de colonización de esta región, ha enseñado a los campesinos los trabajos y el manejo económico de la agricultura.
El desafío pastoral –tan viejo como la condena bíblica del becerro de oro, tan intenso como la fe en el poder del dinero– es el que ahora responde el obispo Londoño al apoyar los reclamos contra la empresa minera.
Blindar la paz
También es un desafío el que describe el embajador Escobar cuando explica que el Papa vendrá a Colombia a contribuir al blindaje de la paz. Consiste ese blindaje en el cambio de mente de una población que no ha logrado dejar atrás odios y motivos de venganza que vienen de atrás, pero que se han intensificado en nuestros días.
La división de los colombianos en grupos políticos que se rechazan y combaten ha contaminado la causa misma de la paz del país. Esta, convertida en causa política, se ha vuelto un motivo de discordia desde que los políticos descubrieron el odio como programa electoral. En una situación así, el Papa y el episcopado están asumiendo el desafío de anunciar la reconciliación, el perdón y la convivencia como actitudes indispensables para consolidar la paz; programa equivalente a la creación de una nueva cultura.
Los últimos 54 años transcurrieron bajo el imperio de una cultura de la violencia y de la guerra; cambiar esa manera de vivir equivale a crear una cultura nueva.
Las expresiones del obispo Londoño y del embajador Guillermo León Escobar dejan la certidumbre de que en Colombia están en marcha acciones transformadoras de la cultura que darán lugar a la aparición de una nueva civilización en esta parte del mundo.