Grito

(Ángel Moreno, de Buenafuente) Como en tantas otras ocasiones, los sucesos más dramáticos, proyectados en los medios de comunicación, se convierten en espectáculo de sobremesa, en estadística de números, en informes sin rostros. Los parados están a punto de alcanzar los cinco millones, los emigrantes pierden su posibilidad de permanencia, quienes habían adquirido una casa en previsión del salario deben deshacerse de ella y el grito de la desesperanza llega a las puertas que se descubren solidarias.

Es terrible recibir una llamada de quien ha quedado sin nada, y por la edad tiene unas perspectivas angustiosas, de quien vive en clandestinidad, de la familia sin recursos, del joven sin proyecto…

Es una hora de solidaridad, de hospitalidad, semejante a las que, a lo largo de la historia, han hecho surgir las profecías más comprometidas, las opciones más radicales. Es una hora para la imaginación creadora de respuestas esperanzadoras. El encubrimiento, la negación de la realidad, sumerge en la sombra del tedio y del desespero, que cuando tiene rostro cercano se hace irresistible.

Silenciosamente, hay muchos que, en esta hora, comparten sus bienes, acogen de manera anónima, ensanchan las mesas de familia… El amor sigue siendo la respuesta al grito de socorro.

En el nº 2.670 de Vida Nueva.

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