Tildan de populista a Francisco quienes creen que anda haciendo evangelismo, atrayendo fieles y recuperando a quienes se han alejado del catolicismo. Y hay quienes lo critican por lo que consideran humildad o sencillez demagógicas, a la manera de actos teatrales para atraer la atención del público, como su decisión de no alojarse en el Palacio Apostólico Vaticano para no estar solo o al recorrer las calles en un automóvil “modesto” para “bajar el vidrio” y poder comunicarse con la gente.
No son gestos teatrales ni populistas. Son su estilo personal: “Yo suelo dirigir la vista a las personas concretas, una a una, y ponerme en contacto de forma personal con quien tengo delante. No estoy hecho a las masas”, dijo al director de La Civiltà Cattolica, Antonio Spadaro, S. J. Son gestos de pastor que sabe que debe estar cerca de las ovejas de su rebaño: “oler a oveja”, como él dice. Son actitudes que se han gestado en el espacio familiar; en su entorno sociopolítico, cultural y religioso; en el ámbito eclesial, en el de su formación jesuita, en el ejercicio del ministerio episcopal.
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Considero particularmente significativos en la vida de Jorge Mario Bergoglio los acontecimientos eclesiales que cambiaron el paradigma eclesiológico e incidieron en su formación y en su ejercicio ministerial. Porque tenía 28 años cuando los obispos del mundo se reunieron en el Concilio Vaticano II (1962-1965). Tenía 32 cuando los obispos del continente se reunieron en Medellín para leer el Concilio desde la realidad latinoamericana; 43 cuando volvieron a reunirse en Puebla, en 1979; y era arzobispo cuando se reunieron en Aparecida en 2007, donde el cardenal Bergoglio desempeñó el papel de coordinador del equipo de redacción.
En cuanto a la formación jesuita de Francisco, de quien Kasper opina en el libro citado que es “jesuita de la cabeza a los pies” y que piensa como jesuita –“I think like a Jesuit”– según le confesó al periodista John F. Allen Jr., me apropio de las preguntas que le formuló el director de La Civiltà Cattolica: “¿Qué significa para un jesuita haber sido elegido papa? ¿Qué aspecto de la espiritualidad ignaciana le ayuda más a vivir su ministerio?”. Su respuesta fue: “El discernimiento”, que “es un instrumento de lucha para conocer mejor al Señor y seguirle más de cerca” y “se realiza siempre en presencia del Señor, sin perder de vista los signos, escuchando lo que sucede, el sentir de la gente, sobre todo de los pobres. Mis decisiones, incluso las que tienen que ver con la vida normal, como el usar un coche modesto, van ligadas a un discernimiento espiritual que responde a exigencias que nacen de las cosas, de la gente, de la lectura de los signos de los tiempos. El discernimiento en el Señor me guía en mi modo de gobernar”. Y le oí comentar al director de La Civiltà Cattolica, el padre Antonio Spadaro, que el estilo jesuita del papa Francisco se manifiesta en que toma decisiones en la capilla, en oración, a la luz de las consolaciones y desolaciones que propone la espiritualidad ignaciana para llegar a un discernimiento; en la visión ignaciana del mundo que consiste en ver el mundo con los ojos de Dios; en el magis –ignaciano también–, que significa buscar la mayor gloria de Dios.
Índice del Pliego
- Circunstancias personales
- La visión eclesiológica de Francisco en la perspectiva de la llamada teología argentina del pueblo
- La predicación de la misericordia
- Y un comentario sobre el pensamiento de Francisco sobre el lugar de las mujeres en la Iglesia católica