Las coincidencias
La casualidad ha querido que el estreno de la tercera temporada de ‘Narcos’ –o la última película en la que Javier Bardem y Penélope Cruz, ‘Loving Pablo’, recrean de forma poco equidistante al capo de la droga más famoso de todos los tiempos– coincida con el viaje del papa Francisco a Colombia.
La nada discreta campaña hecha por la plataforma televisiva que produce la serie, al menos en España, se cruza en los buscadores web con el impresionante despliegue de Vida Nueva en esta última gira americana del papa argentino.
Aunque, al parecer, la serie no triunfa en Colombia como lo hace entre diferentes públicos de muchos países dispuestos a comprar la versión estadounidense de cómo la DEA, la agencia antidroga de los norteamericanos, acaba con la lacra del narcotráfico en el país. Una muestra, quizá, de cómo la sociedad colombiana va pasando páginas y se muestra dispuesta a dejar atrás un pasado marcado por los capos de la droga, los políticos corruptos, la violencia indiscriminada, los muertos y desplazados por doquier…
Veinte años después de la muerte de Pablo Escobar, el patrón del Cartel de Medellín, la violencia y la inseguridad en el país ya no es lo que era. El camino político que la nación ha hecho desde los ochenta hasta hoy, la firma del acuerdo de paz con la guerrilla comunista de las FARC, el retorno del turismo, el crecimiento económico… son una realidad en el país latinoamericano. Algunos de los gestos de estos días corroboran que el cambio es posible y real, como el arrepentimiento que muestra en una carta del líder de las FARC Rodrigo Londoño, alias “Timochenko”.
Las víctimas
Villavicencio, importante ciudad industrial y minera, capital del departamento de Meta, es una de las poblaciones que más ha sufrido las consecuencias del enfrentamiento entre las guerrilla y los militares. El estallido de coches bomba fue una constante en los momentos más intensos del enfrentamiento. La inestabilidad generó que entre finales de 2005 y comienzo de 2006 se sucedieran hasta nueve alcaldes.
Esta población, a 85 kilómetro de Bogotá, fue feudo de las FARC, pero también sufrió la crueldad de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) o del Ejército de Liberación Nacional (ELN).
Allí es donde el papa Francisco ha participado en uno de los actos distintivos de este viaje: el “Gran encuentro de oración por la reconciliación nacional en Colombia”. Con auténtico realismo no ha negado el Pontífice que todavía quedan obstáculos para la paz completa en el país.
Los diferentes planteamientos han quedado claros entre el actual presidente colombiano Juan Manuel Santos y su principal opositor, el expresidente Álvaro Uribe, que rechaza este proceso de paz. Aun así las presencias, las ausencias y los mensajes han podido aportar un aliciente al camino común que queda por recorrer y que debe hacerse desde las instituciones democráticas.
El discurso de Francisco en el acto será seguramente de los más “significativos” del viaje, según el buen criterio de Antonio Pelayo.
Tras lamentar, ante las víctimas y los guerrilleros arrepentidos, que Colombia es una “tierra regada con la sangre de miles de víctimas inocentes y el dolor desgarrador de sus familiares y conocidos”, el Pontífice se presentó dispuesto a escuchar: “Estoy aquí no tanto para hablar yo, sino para estar cerca de ustedes y mirarlos a los ojos, para escucharlos y abrir mi corazón a vuestro testimonio de vida y de fe. Y si me lo permiten, desearía también abrazarlos y llorar con ustedes, quisiera que recemos juntos y que nos perdonemos –yo también tengo que pedir perdón– y que así, todos juntos, podamos mirar y caminar hacia delante con fe y esperanza”, dijo ante la imagen resquebrajada del Crucificado de Bojayá, “que el 2 de mayo de 2002 presenció y sufrió la masacre de decenas de personas refugiadas en su iglesia.
Dicho y hecho, porque la clave del acto de Villavicencio ha sido el protagonismo de las víctimas a través de sus testimonios: Juan Carlos Murcia Perdomo que durante doce años formó parte de las FARC y que se dedica actualmente a recuperar a jóvenes a través del deporte como elemento para aprender “la pasión por la verdad y la libertad”; Deisy Sánchez Rey que perteneció a las AUC y que hoy es una psicológica empeñada en acompañar procesos de “rehabilitación por consumo de sustancias psicoactivas”; Luz Dary Landazury, víctima de una explosión de una bomba y testigo de la misericordia para las demás víctimas; y Pastora Mira García, que tras perder a su padre, a su primer esposo y a tres hijos, pidió a Dios que “transforme el corazón de quienes se niegan a creer que con Cristo todo puede cambiar y no tienen la esperanza de un país en paz y más solidario”.
La paz
“La paz no significa desconocer o disimular las diferencias y los conflictos. No es legitimar las injusticias personales o estructurales. El recurso a la reconciliación no puede servir para acomodarse a situaciones de injusticia”, ha dicho tajantemente Francisco en la misa celebrada también en Villavicencio en la que beatificó al obispo Jesús Emilio Jaramillo, que fue torturado y asesinado por los guerrilleros del ELN, y al sacerdote mártir Pedro María Ramírez Ramos, acusado de apoyar a los grupos conservadores del país.
“La reconciliación no es una palabra abstracta; si eso fuera así, solo traería esterilidad, más distancia. Reconciliarse es abrir una puerta a todas y a cada una de las personas que han vivido la dramática realidad del conflicto. Cuando las víctimas vencen la comprensible tentación de la venganza, se convierten en los protagonistas más creíbles de los procesos de construcción de la paz”, clamó Francisco en esta homilía.
¿Hay equidistancias en la reconciliación? Hay voluntad de cicatrizar heridas, pero sin cirugía estética que las disimule. La paz está en marcha. Más claro que una canción de Juanes.