Conversión con sentido social

Camilo Maccise(Camilo Maccise– Mexicano, expresidente de la Unión de Superiores Generales)

Sin la conversión del individuo, la mejor organización y los sistemas más idealizados se transforman fácilmente en inhumanos. Sólo un cambio del corazón y la mente de quienes viven en esas estructuras o las rigen puede hacer posible el impregnar los sistemas sociales de los auténticos valores humanos que conducen a la justicia y favorecen la paz en la convivencia social.

La reciente encíclica de Benedicto XVI, Caritas in veritate, ha subrayado la necesidad de una conversión personal para poder lograr superar las estructuras de pecado presentes en la sociedad. Sin la conversión del individuo, la mejor organización y los sistemas más idealizados se transforman fácilmente en inhumanos. Sólo un cambio del corazón y la mente de quienes viven en esas estructuras o las rigen puede hacer posible el impregnar los sistemas sociales de los auténticos valores humanos que conducen a la justicia y favorecen la paz en la convivencia social.

Mucho se ha discutido sobre si debe realizarse primero la conversión personal o la transformación de las estructuras. Sin negar que en la raíz del pecado social está el personal, no cabe duda de que sociedades corruptas e injustas no sólo dificultan la conversión de los individuos, sino que favorecen y sostienen el egoísmo, la injusticia, la corrupción de las personas en el mundo de relaciones familiares, económicas, políticas y culturales. Una transformación de las estructuras sociales podría ayudar a contener el mal que nace del corazón de los seres humanos. Ofrecería también condiciones pedagógicas para una conversión interior en el plano de los valores.

Hay que insistir en esas dos conversiones: la de la conciencia personal y la de la conciencia colectiva. La primera tiene necesariamente una dimensión social que lleva al compromiso con la justicia y al trabajo por un mundo más justo y más humano. No se puede ignorar, guiados por  un espiritualismo desencarnado, la realidad de un mundo injusto y opresivo, como tampoco buscar y elaborar estructuras justas sin los valores fundamentales de la persona, que iluminan el empeño de la razón política, económica y social.

cmacisse@vidanueva.es

En el nº 2.671 de Vida Nueva.

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