Místicos en el talego


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No recuerdo quién se quejaba la semana pasada en un tuit de que, hoy, los alumnos salen de Bachillerato sin saber qué es un silogismo. Aunque tratándose de las redes sociales, no me pega el sitio e igual lo soñé, como hace Marta Rovira, que ve muertos en las calles.

Me acordé de esos jóvenes y de la buena premisa que se habían perdido para practicar con ella en clase, al leer lo que Oriol Junqueras le narró al The Times sobre sus horas en la cárcel: “Dedico mi tiempo a la reflexión y, afortunadamente, como católico, a la oración”.

¿Cabe deducir, entonces, que cuando estaba en libertad no hizo ni lo uno ni lo otro? A la luz del año que llevamos viviendo peligrosamente, da la sensación de que la reflexión previa no ha sido muy profunda. Algunos correligionarios suyos han venido a confirmarlo al sostener en más de una ocasión que no estaban preparados para el órdago que lanzaron con la DUI…

De lo segundo, no me atrevo a opinar. Aunque un obispo de aquellas tierras me dijo que Oriol hace ‘novillos eucarísticos’, qué sabemos del alma de Junqueras, de su castillo interior, de sus moradas. Y aunque las celdas de Estremera no son las de un monasterio contemplativo, seguro que en ellas se puede encontrar también el sosiego, la serenidad suficiente para ese proceso interior, para ese vaciamiento, donde nuestros pecados y mentiras no encuentran refugio donde replegarse. Y mentiras, en el otro procés, ha habido unas cuantas…

En todo caso, es reseñable que un político haga, sin complejos, pública confesión de su fe de una manera tan natural como lo ha hecho el exvicepresident, aunque esta pueda llevar también a otra figura reseñable, como la paradoja, esa en la que sus antiguos coaligados se lo imaginen esperando la misa dominical de la tele pública –la que se quieren cargar– o, lo que es peor, la de Trece, la televisión de la Conferencia Episcopal Española. Cosas veredes.

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