“El año pasado, recibí una carta de un español que me contaba su historia. Era una niña, una muchacha. Había sufrido mucho porque él se sentía muchacho, pero era físicamente una muchacha. Y se lo dijo a su madre a los 20 o 22 años y le dijo que quería operarse, y su madre le pidió por favor que no lo hiciera mientras ella estuviera viva. La anciana murió y él se hizo la intervención. Él es un empleado de un ministerio de una ciudad de España y fue a ver al obispo, que lo acompañó mucho; un buen obispo que gastaba tiempo para acompañar a este hombre. Luego se casó, cambió su identidad civil y me escribió una carta; para él era un consuelo venir con su esposa. Él, que era ella, que es él. Y los recibí. Estaban contentos. En el barrio donde él vivía, había un viejo sacerdote de unos 80 años que había dejado la parroquia pero ayudaba allí a las religiosas. Cuando el nuevo párroco le veía, le gritaba desde la acera: ‘¡Irás al infierno!’; cuando se encontraba con el viejo, este le preguntaba: ‘¿Hace cuánto que no te confiesas? Vamos, que te confieso para que puedas recibir la comunión’. ¿Habéis entendido?”.
En esta respuesta que el papa Francisco dio a los periodistas que le acompañaron en octubre de 2016 en su viaje a Georgia y Azerbaiyán, está contenida la respuesta pastoral que la Iglesia quiere dar hoy al desafío que le plantea la ideología de género. Lo que no obsta para que esa misma ideología la condene con claridad y dureza, por ejemplo, en Amoris laetitia. (…)
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Cinco verbos
En conversación con Vida Nueva, el director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Pastoral de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Juan Luis Martín Barrios, desgrana los cinco verbos para definir la acción de la Iglesia española con estas personas: “Acoger, acompañar, discernir, aconsejar y ayudar. Y todo con misericordia”, apunta.
Y subraya: “¡Claro que estas personas tienen sitio en la comunidad cristiana! Es que son comunidad. Es lo mismo que en una familia. ¿Tendría cabida en su familia alguien que presentara estos síntomas? ¡Pues claro! Es familia, está en familia y en la Iglesia las acogemos como a hijos de Dios y hermanos nuestros”.
Acompañar sin ideologías
No maquilla su identidad. Carme Grimalt (30 años) se casó por lo civil con su ahora mujer a comienzos de noviembre en Barcelona. Comparten su fe desde los 16 años y, tras el conocimiento de su comunidad, han dado el paso. Y lo relata a Vida Nueva sin ambages. Con nombre y apellido. Porque cree necesario visibilizar una realidad cada vez más creciente en la vida de la Iglesia.
Hace un año decidieron formalizar la relación. “Teníamos ciertas reticencias por los problemas que pudiera ocasionar en nuestra comunidad, puesto que queríamos preparar este paso de manera cristiana”, dice Carme. Esto es, con un cursillo de preparación al matrimonio. Descartada la posibilidad, puesto que no es posible en su caso, un matrimonio que acompaña a parejas las acogió.
“La experiencia ha sido muy positiva, porque nos han ayudado a revisar de nuevo nuestro proyecto de vida desde la fe cristiana y a la luz de su experiencia de vida como matrimonio cristiano”, indica Carme. Su caso no es el único, ella conoce a otra pareja que va a dar el paso en los próximos meses y otras que se lo plantean. Por eso, “estamos iniciando un grupo de reflexión, porque, aunque en este momento no es prioridad de toda la comunidad, sentimos que hay una preocupación creciente por la acogida de la diversidad, especialmente en la pastoral juvenil”, explica.
No es su intención provocar ningún escándalo ni sacar a pasear ninguna bandera. De hecho, no se considera activista por los derechos LGTBI, ni mucho menos. En el colectivo también es “una persona rara, ya que soy cristiana y homosexual, algo que a mí no me parece excluyente”. Carme solo quiere dar cuenta de su historia de amor entre dos personas del mismo sexo bajo el paraguas de su fe. Y es que “la Iglesia tiene que repensar lo que significa el amor”, subraya. (…)
“Padre, ¿usted cree que Dios me quiere?”
Todos los jueves celebran una oración ecuménica en la sede de la madrileña calle Barbieri, varios sábados al mes celebran la eucaristía y, en ocasiones, los curas están disponibles para la confesión. Es el caso de Ramón Llorente (52 años), que lleva ocho años apoyando al grupo y es el sacerdote más veterano de los cinco, entre fijos y puntuales, que acompañan a Crismhom.
En conversación con este semanario, el sacerdote expone un caso que le emocionó hace pocas semanas. “Padre, ¿usted cree que Dios me quiere?”, le preguntó un joven que se acercó a él al término de la eucaristía con los fieles de Crismhom. “No lo había visto antes, sabía que era nuevo, y, por supuesto, le respondí que Dios le quiere muchísimo”, comenta.
La conversación no se quedó ahí. “¿Cree que me puedo confesar, que la Iglesia me quiere?”, volvió a preguntar. “Claro, la Iglesia te quiere y te acepta tal y como eres”, repitió. Se trataba de un joven transgénero que está en proceso de reasignación y al que habían rechazado en otra parroquia por su condición. (…)