La conversión de los cristianos a la política


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Los obispos bolivianos intervinieron en un asunto político delicado: la nueva reelección del presidente Evo Morales. Un comunicado de la Conferencia Episcopal Boliviana (CEB) advirtió: “sin respeto a las leyes no hay democracia”. “No podemos callar ante la sentencia que desconoce dos referendos” (los de 2009 y 2016 de rechazo a la reelección). “Se está allanando el camino al totalitarismo”. Expresiones de un claro tono político.

Los que exigen una Iglesia encerrada en los templos y en silencio y una religión íntima y personal, tuvieron en este caso un ejemplo innegable de Iglesia metida en política.

También pasó en México. La Comisión de Pastoral Social advirtió: “nos enfrentamos a una emergencia humanitaria, política, económica y social”. Por tanto, pidieron cambiar los modelos económicos, políticos, sociales y culturales para que sea efectivo el respeto de los derechos humanos, personales y colectivos.

Los partidos de izquierda hacen la misma propuesta que acaban de leer los mexicanos en un documento de la Conferencia Episcopal. Ni en este caso ni en el de Honduras la Iglesia calló. Los jesuitas hondureños exigieron respeto a la voluntad popular que se pronunciaba en una manifestación pública que la policía reprimió.

En un simposio por la paz, en Corea del Sur, el obispo Lee Ki-heon consideró errado preocuparse por la libertad para practicar la religión y no por calmar las tensiones políticas con Corea del Norte. Los participantes en ese simposio condenaron la mano dura de Trump con Corea del Norte. Los dos temas hicieron parte de la agenda del simposio.

En salida

Las perplejidades provocadas por estos episodios en políticos, gobernantes y ciudadanos convencidos de que la Iglesia debe permanecer callada en las sacristías y sacar sus manos de los temas políticos, fueron respondidas por el propio papa Francisco en un mensaje dirigido al encuentro de católicos con responsabilidades políticas, reunidos en Bogotá. Francisco fue explícito: “no deben ustedes permanecer indiferentes frente a la cosa pública, ni replegados en los templos”.

Al oír estas expresiones es inevitable recordar lo de “la Iglesia en salida que no teme ensuciarse”, una expresión que Francisco ha repetido para enfatizar su rechazo a una Iglesia encerrada y más empeñada en pulir hasta sacarle brillo a sus doctrinas y prácticas tradicionales, en vez de acudir en ayuda de los que la necesitan.

Fue un Papa en salida el que escucharon en el parlamento europeo cuando defendió los derechos humanos como base de la dignidad de los más pobres, en un discurso calificado como “valiente” porque, al hablar de las multinacionales y de los poderes financieros “que secuestran la democracia”, denunció la política y la sociología del descarte.

En defensa de los derechos

Cuando la Iglesia interviene en los asuntos políticos, su discurso es específico: defiende los derechos y la dignidad de los más pobres, que es la línea transversal de los casos citados antes: los derechos amenazados por el poder en Bolivia; modelos sociales, políticos y culturales que ponen en peligro la dignidad de la población en México; respeto a la voluntad popular en Honduras y en Corea del Sur. En todas partes emerge el ejemplo de Cristo cuando habló de una sociedad en que los pobres podrían decidir sobre igualdad y libertad.

El ex director de La República, Eugenio Scalfari, le preguntó al papa Francisco si por su discurso político en favor de los pobres lo han llamado comunista: “eso lo han dicho muchas veces”, fue la respuesta inmediata, y agregó: “son los comunistas los que piensan como cristianos”.

Para Francisco la política “es una altísima vocación, una de las formas más preciosas de la caridad”; por eso, porque hay que ejercerla en su forma más elevada, hay que protegerla de los políticos y revelar su alta dignidad a los cristianos, que es lo que hacen los obispos que asumen la defensa de los pobres, víctimas de las políticas de los políticos.