El día
Ya pasan la cincuentena de años las jornadas emanadas tras el Concilio Vaticano II. Pablo VI fue convirtiendo los grandes ejes de la asamblea episcopal y concretando los documentos en acciones significativas. Uno de esos ejemplos es la Jornada Mundial de la Paz, que nació hace ahora 51 años como “Día de la Paz” a conmemorar el 1 de enero, junto a la festividad litúrgica de Santa María, Madre de Dios.
“La grande idea de la Paz tenga, especialmente para nosotros, seguidores de Cristo, su Jornada solemne, en el comienzo del año nuevo 1968”, deseaba Pablo VI en su primer mensaje fechado unas semanas atrás, el 8 de diciembre de 1967.
El Papa unía esta jornada no tanto a la memoria litúrgica, como a una fecha reconocida por la sociedad, como es el inicio del año civil. Y es que “la proposición de dedicar a la Paz el primer día del año nuevo no intenta calificarse como exclusivamente nuestra, religiosa, es decir católica; querría encontrar la adhesión de todos los amigos de la Paz, como si fuese iniciativa suya propia, y expresarse en formas diversas, correspondientes al carácter particular de cuantos advierten cuán hermosa e importante es la armonía de todas las voces en el mundo para la exaltación de este primer bien, que es la Paz, en el múltiple concierto de la humanidad moderna”, leemos en el primer mensaje.
Y como el objetivo de alcanzar la paz, se sigue viendo aún lejano, el pontífice subrayaba la necesaria continuidad de la jornada: “Sería nuestro deseo que después, cada año, esta celebración se repitiese como presagio y como promesa, al principio del calendario que mide y describe el camino de la vida en el tiempo, de que sea la Paz con su justo y benéfico equilibrio la que domine el desarrollo de la historia futura”.
La guerra
Vamos primero al dato sociológico. Para las Naciones Unidas una guerra es aquel conflicto que genera, al menos, 1.000 muertes violentas por año. Junto a este dato cuantitativo considera que son “conflictos de baja intensidad” aquellos que no llegan a esa cifra pero que están activo provocando más de 100 muertes. Las “grandes guerras” serían las que provocan más de 10.000 muertos
En esta clasificación entran los enfrentamientos civiles de la población afgana –que se extiende a algunas zonas paquistaníes– en las que se estiman que han muerto unos dos millones de personal desde 1978. Desde 1991, Somalia vive una guerra civil que ya se ha cobrado más de 500.000 vidas en el país africano.
Respecto a los conflictos iniciados en el siglo XXI, el noreste de Pakistán está en guerra desde 2004 (más de 56.000 víctimas según los datos oficiales). La guerra contra el narcotráfico en México, en la oleada actual iniciada en 2006, ha provocado más de 250.000 bajas. La insurgencia islamista en Nigeria, desde 2009, ha provocado más de 21.400 muertes entre Nigeria, Camerún, Níger y Chad. La guerra civil siria, en seis años, ha provocado 470.000 muertes –sin contar los datos de este año–. En este mismo tiempo, la fallida pacificación iraquí ha provocado más de 60.000 muertos. Desde 2013, la guerra civil de Sudán del Sur –el país más joven del planeta– se ha cobrado 50.000 vidas. Desde 2014 hay guerras en Libia (más de 5.800 muertos), en el este de Ucrania (más de 9.000 muertos) y la guerra contra el autodenominado Estado Islámico, que se libra entre Irak, Siria, Líbano, Libia, Afganistán, Egipto, Nigeria y Yemen con más de 217.825 muertes (según los informes oficiales con cifras de hasta 2016). En este último país, Yemen, una guerra civil a la que ha seguido una intervención militar –con participación de Arabia Saudita– ha dejado en dos años 15.500 muertes.
Una treintena de “conflictos de baja intensidad” –algunos de ellos, activos desde hace más de 50 años– completan los informes internacionales sobre los conflictos en curso.
Este nuevo año
El mensaje de Francisco para la jornada de este año –fechado el 13 de noviembre de 2017, fiesta de santa Francisca Javier Cabrini, Patrona de los migrantes– está centrado en los “Migrantes y refugiados: hombres y mujeres en busca de paz”, muy en sintonía con su homilía en la Misa del Gallo. El Papa recuerda a los 250 millones de migrantes del mundo, de los que 22 millones son refugiados, y recuerda que “para encontrar la paz, muchos de ellos están dispuestos a arriesgar sus vidas a través de un viaje que, en la mayoría de los casos, es largo y peligroso; están dispuestos a soportar el cansancio y el sufrimiento, a afrontar las alambradas y los muros que se alzan para alejarlos de su destino”.
Además de proponer cuatro medidas de actuación (acoger, proteger, promover e integrar), Francisco invita a todos los creyentes y no creyentes a una “mirada contemplativa”. “Observando a los migrantes y a los refugiados, esta mirada sabe descubrir que no llegan con las manos vacías: traen consigo la riqueza de su valentía, su capacidad, sus energías y sus aspiraciones, y por supuesto los tesoros de su propia cultura, enriqueciendo así la vida de las naciones que los acogen”, señala.
Para el Papa, “esta mirada sabe también descubrir la creatividad, la tenacidad y el espíritu de sacrificio de incontables personas, familias y comunidades que, en todos los rincones del mundo, abren sus puertas y sus corazones a los migrantes y refugiados, incluso cuando los recursos no son abundantes”.
Parece que tenemos tarea para este nuevo año.