Con un guiño a los lemas de la preparación para su visita en ambos países –“Mi paz les doy”, en Chile, y “Unidos en la esperanza”, en Perú- el Papa Francisco envió un mensaje audiovisual a peruanos y chilenos. En Santiago fue proyectado en pantalla gigante en el Paseo Ahumada la principal calle del centro de la capital.
Su texto completo es este:
“Hermanos y hermanas de Chile y Perú:
Ante la proximidad de mi viaje a esas tierras los saludo afectuosamente. Voy hacia ustedes como peregrino de la alegría del Evangelio, para compartir con todos la paz del Señor y confirmarlos en una misma esperanza. Paz y esperanza compartida entre todos.
“Deseo encontrarme con ustedes, mirarlos a los ojos, ver sus rostros y poder entre todos experimentar la cercanía de Dios, su ternura y misericordia que nos abraza y nos consuela.
Conozco la historia de sus países fraguada con tesón, entrega. Deseo con ustedes dar gracias a Dios por la fe y el amor a Dios y a los hermanos más necesitados, especialmente por el amor que ustedes tienen hacia aquellos que están descartados de la sociedad. Esta cultura del descarte cada vez nos ha invadido más.
Quiero hacerme partícipe de las alegrías de ustedes, de las tristezas, de sus dificultades y esperanzas. Y decirles que no están solos, que el Papa está con ustedes, que la Iglesia entera los acoge, que la Iglesia los mira.
Con ustedes deseo experimentar la paz que viene de Dios, tan necesaria. Solo El nos la puede dar. Es el regalo que Cristo nos hace a todos, el fundamento de nuestra convivencia y de la sociedad. La paz se sostiene en la justicia y permite encontrar instancias de comunión y armonía. Hay que pedirla constantemente al Señor y el Señor la da. Es la paz del Resucitado que trae la alegría y nos impulsa para ser misioneros, reavivando el don de la fe que nos lleva al encuentro, a la comunión compartida de una misma fe celebrada y entregada.
Ese encuentro con Cristo Resucitado nos confirma en la esperanza. No queremos estar anclados a las cosas de este mundo. Nuestra mirada va mucho más allá. Nuestros ojos están puestos en su misericordia que cura nuestras miserias. Sólo Él nos da el empuje para levantarnos y seguir. Palpar esta cercanía de Dios nos hace comunidad viva que es capaz de conmoverse con los que están a nuestro lado y dar pasos firmes de amistad y de fraternidad. Somos hermanos que salimos al encuentro de los demás para confirmarnos en una misma fe y esperanza.
Pongo en las manos de la Virgen santa Madre de América este viaje apostólico y todas las intenciones que llevamos en nuestro corazón, para que sea ella como buena madre la que nos acoja y nos enseñe el camino hacia su hijo.
Hasta muy pronto y por favor no se olviden de rezar por mí. Hasta pronto”.