La bendición de haber participado en el encuentro que Francisco sostuvo con el mundo universitario y de la cultura en la Casa Central de la Universidad Católica, y los desafíos académicos que a los cuales nos invita con su palabra de amigo, hermano y pastor, son algunas de las cosas que quisiera ofrecer en estos ecos teológicos luego de la visita del Papa a la UC.
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“Una alfabetización acorde a los tiempos”
Lo primero de lo que habla el Papa es de afianzar una “alfabetización integradora” que sea capaz de abrir surcos y tender puentes entre distintos contextos y experiencias culturales. Cuando Francisco habla de “alfabetización”, pienso inmediatamente en la propuesta pedagógico-liberadora de Paulo Freire, maestro por excelencia de América Latina que con su teoría influenció a los padres reunidos en la II Conferencia de Medellín en 1968. Freire fundamenta su método en la alfabetización de adultos, no sólo como aprender a leer, sino que también como una invitación a “leer el mundo” – podríamos decir a discernir los signos de los tiempos (Cf. GS 4.11.44) – y a reconocer cómo no sólo existe nuestro pequeño mundo sino que hay un sinnúmero de otros rostros de los cuales hemos de rescatar sus narrativas y experiencias de Dios, del hombre y del mundo. Esto, en definitiva, es una alfabetización acorde a los tiempos.
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“En la Universidad vivir el ejercicio de la profecía”
En relación a la misma alfabetización, Francisco habla de que en la Universidad debe realizarse un ejercicio profético que sea capaz de abrir e iluminar el sendero, especialmente con los descartados de la sociedad. La fuerza profética es también ejercicio de sapiencialidad como don del Espíritu. Francisco, al final de su discurso, recordó que nuestros proyectos debemos confiarlos a la acción del Espíritu del Resucitado, que es Espíritu de creatividad, diálogo y de unidad en la diversidad. Y este ejercicio debe ser puesto al servicio de la Patria y de la cultura. Sólo en consideración a esto, la Universidad – cualquiera sea ella y con mayor razón la Católica – podrá ser fiel al modelo pedagógico de Jesús de Nazaret.
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“Superar el mundo líquido y fragmentado: un camino hacia el nosotros”
Finalmente, quiero quedarme con un guiño que Francisco realiza al sociólogo Zygmun Baumann cuando habló de la presencia del “mundo líquido”. Lo líquido habla de la fragilidad, de lo inestable, de lo pasajero de las relaciones sociales, amorosas, globales y culturales. Y también habló del “fragmento”, recordando – pienso – a Aparecida, cuando en el diagnóstico que realiza reconoce que los discípulos misioneros viven en un mundo opaco y fragmentado en donde se vuelve difícil reconocer el paso de Dios o los signos de los tiempos (Cf. Aparecida 33-38).
Francisco insiste una y otra vez en reconocer la alteridad, la dignidad y el valor que el otro tiene. Sólo desde una “salida” hacia los demás, sólo en la superación de la liquidez y del fragmento, estaremos construyendo el “nosotros” y la “gramática del encuentro”. La Universidad debe realizar esto, a juicio de Francisco, teniendo en consideración a los pueblos originarios, a las culturas propias, de manera de realizar una síntesis creativa entre el pensamiento científico y el conocimiento popular. Esto, en términos teológicos, exige reconocer cómo la Encarnación del Verbo supone una cultura, cómo hay “semillas del Logos” en otros mundos culturales. Los teólogos, en este caso, estamos llamados al discernimiento profético que hace vida, academia e Iglesia y que es capaz de ofrecer a la cultura actual una renovada palabra en la transmisión creativa del único Evangelio.
Francisco ha dejado pistas interesantes que, con el paso de los días, hemos de volver a leer, meditar y orar, de manera de construir una Universidad, una Patria y una sociedad en la que todos tengan un espacio y puedan sentirse cómodos en la Casa Común.