(Francesc Torralba Roselló– Profesor de la Universidad Ramón Llull)
“En el fondo, el relativismo es una forma de resentimiento contra el Bien y, especialmente, contra quienes se esfuerzan por testimoniarlo en su vida. No es verdad que todo es lo mismo, ni que toda forma de vida es moralmente idéntica”
El relativismo moral se basa en la tesis de que no existe un único criterio supremo para la valoración de las acciones, es decir, no existe un único criterio excepcionalmente válido para todos los agentes y todos los juicios morales, sino que, por el contrario, existen muchos criterios.
Jürgen Habermas y Joseph Ratzinger se situaron críticamente en el año 2004 frente al relativismo y consideraron que toda sociedad democrática requiere de unos fundamentos sólidos de carácter prepolítico. Mostraron cómo el relativismo es una forma indolora de pensamiento que abre las puertas a la barbarie. Frente a ello, es esencial recordar el mal radical para que nunca jamás vuelva a repetirse. La discriminación social, la explotación de seres humanos, el desprecio a la vida, la humillación y vejación de niños y mujeres no son cuestiones relativas. Son epifanías del mal radical que, en ningún caso, pueden legitimarse.
En el fondo, el relativismo es una forma de resentimiento contra el Bien y, especialmente, contra quienes se esfuerzan por testimoniarlo en su vida. No es verdad que todo es lo mismo, ni que toda forma de vida es moralmente idéntica. El resentido no puede tolerar a esos que entregan su vida por una causa noble, que se juegan el tipo por un ideal humano, que dan su ser por la verdad, el bien, la justicia. Dicen que todo es lo mismo, pero, en el fondo de sus conciencias, saben que no es así, que la práctica del Bien exige sufrimiento, dolor y sacrificio. Quienes no están dispuestos a sufrir tal padecimiento, dicen que todo vale lo mismo, pero no es verdad. Hasta un niño lo sabe. El relativismo es, en el fondo, una expresión de lo que Max Scheler denominó la cultura del resentimiento.