La Comunidad de Sant’Egidio surgió el 7 de febrero de 1968 en una casa situada en la plaza que lleva el nombre del movimiento, en el barrio romano del Trastevere. Un profesor, Andrea Riccardi, con un grupo de chicos de Secundaria se propuso un compromiso serio de transformación del mundo.
Hoy, 50 años después, la comunidad de la paloma y el arco iris de la paz, representantes de todo el mundo celebran con los pobres y necesitados atendidos por la institución, una eucaristía y una fiesta en la basílica de San Juan de Letrán de Letrán, en Roma, presida por el Secretario de Estado vaticano, el cardenal Pietro Parolin. Vida Nueva repasa los logros de este movimiento que se ha convertido en uno de los aliados del papa Francisco a la hora de desarrollar muchos de sus proyectos solidarios.
1. El diálogo es posible
La comunidad de Sant’Egidio es uno de los movimiento más comprometidos con el diálogo interreligioso según el “espíritu de Asís”, el encuentro que Juan Pablo II promovió para que todas las religiones visibilizasen el trabajo por la paz. Un hito importante de este empeño el el acuerdo que se alcanzó el 4 de octubre de 1992 en Mozambique, punto final de una guerra civil que había provocado un millón de muertos.
El trabajo por la paz y la lucha por erradicar las pobrezas encuentran en el diálogo una herramienta irrenunciable para los simpatizantes del movimiento. Para proteger la paz donde más amenazada está, es necesario ayudar para reconstruirla, facilitando diálogo donde los cauces de comunicación más rotos están. La reconciliación y la fraternidad, tan presentes en el mensaje de Jesús, son una llamada a construir diálogo, también en el campo ecuménico e interreligioso.
2. No hay compromiso sin oración
ParaFrancisco este movimiento es “la Comunidad de las 3 P”, por las palabras italianas: oración, pobres y paz. Los frentes abiertos por la comunidad en estos 50 años se han multiplicado. Los primeros proyectos de la comunidad se centraron en el trabajo entre los pobres de todo tipo (personas sin hogar, ancianos solos, niños de la calle en África y en América Latina, menores que crecen en las Escuelas de la Paz) y han ido creciendo hasta los programas de tratamiento del sida y de inscripción en el registro civil (con los proyectos DREAM y BRAVO).
Hoy la comunidad está presente en todos los continentes, con más de 60.000 personas de todas las edades y extracciones sociales, en 70 países del mundo. Todo ello gracias a la fidelidad a la oración del grupo y la celebración de la eucaristía. El este sentido, el presidente de la comunidad, Marco Impagliazzo, se muestra satisfecho: “Nos alegra haber descubierto en estos años, junto a muchas personas en todo el mundo, la alegría del Evangelio”.
3. Corredores de humanidad
Cuando el papa Francisco visitó a los refugiados en la isla de Lesbos, en abril de 2016, tres familias volvieron en el avión papal. Detrás de ese gesto estaba la Comunidad de Sant’Egidio. Uno de los proyectos en los que la asociación se ha implicado más en los últimos tiempos es en el establecimiento de corredores humanitarios en las zonas de conflicto, para hacer aquello que las autoridades no están haciendo.
La política de acogida italiana es, en parte, posible gracias al compromiso de este grupo por acoger y trabajar con los refugiados. Un proyecto en el que ha implicado además a la Federación de Iglesias Evangélicas de Italia y a los valientes. Solo en Italia, desde febrero de 2016 ya han llegado al país más de 1.000 sirios que huyen de la guerra. Se espera que este proyecto de los corredores humanitarios, abra las puertas mil personas más en los próximos dos años.
4. La ecosolidaridad, algo más que una moda
Además de la atención a los niños, ancianos, personas con alguna discapacidad o sin techo, la comunidad ha desarrollado una interesante mezcla entre la ecología y la solidaridad, contra la cultura del descarte y con finalidad solidaria.
Sant’Egidio ha incorporado palabras como reciclar, separar o reutilizar como conceptos con una fuerte carga de solidaridad. En este sentido, en Roma, ha creado una ‘ciudad ecosolidaria’ en la que se intercambian objetos de todo tipo y en la que se emplean algunas personas sin recursos preparando y reparando todo lo necesario. También se han establecido relaciones otras cooperativas y asociaciones de países empobrecidos. Esta propuesta ya se está extendiendo a lugares como Génova, Nápoles, Varsovia o Moscú.
5. La fuerza de los testigos
La iglesia de referencia mundial para las oraciones de la comunidad es la basílica de Santa María en el Trastevere. Desde 1999, además, se ha hecho cargo de otro de los templos emblemáticos de la Ciudad Eternas, la iglesia de San Bartolomé, situada en la isla Tiberina. Una iglesia que la comunidad ha convertido en un santuario ecuménico en memoria de los mártires del siglo XX.
La basílica de San Bartolomé es uno de lugares de culto más antiguos de Roma, que se ha enriquecido con objetos y reliquias de “muchos testigos de la fe de nuestro tiempo, desde el obispo mártir Oscar Arnulfo Romero, al cardenal Posadas Ocampo, asesinado por narcotraficantes en Guadalajara (México), al pastor evangélico Paul Schneider, opositor del nazismo por objeción de conciencia y testimonio de fe, a don Andrea Santoro, sacerdote romano asesinado en Trebisonda (Turquía)”. El breviario del sacerdote francés Jacques Hamel, asesinado el 26 de julio de 2016 en un ataque terroristas mientras celebraba la santa misa es la última incorporación de este memorial.