Hoy, sábado 17 de febrero, la catedral de Guadix se ha quedado pequeña para despedir al que ha sido su pastor durante los últimos ocho años y que, el próximo día 24, tomará posesión como nuevo obispo de Getafe. Los fieles que abarrotaban el templo han querido corresponder a Ginés García Beltrán el “cariño derrochado”, sabedores de que han compartido tarea y trabajo con “un hombre bueno” y, tras darle reiteradamente las gracias por este tiempo de ministerio episcopal, le han recordado: “No nos olvide. Rezaremos por usted”.
Durante su homilía, García Beltrán ha proclamado con el salmista: “¡Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho!”. Palabras que –ha dicho– reflejan lo que siente ahora mismo mi corazón”. Y ha añadido: “Habéis sido una auténtica bendición de Dios para mí”. El mismo Dios que “se ha encargado de darme el ciento por uno con vuestra cercanía y afecto”, les ha confiado visiblemente emocionado.
Obispo “desprogramado”
Dirigiéndose a quienes han querido acompañarle en esta hora del adiós, el prelado andaluz ha recordado también lo que ha aprendido a lo largo de estos años: “Hemos de estar abiertos a las sorpresas de Dios”, les ha invitado, antes de reconocer que, “para ser obispo o sacerdote, hay que desprogramarse, hay que dejar que Dios tome la iniciativa”.
Más adelante, ha insistido en que “no se conoce a la Iglesia hasta que no se ama a quienes la formamos”, antes de exhortar a quienes han sido sus feligreses a mantener vivo su compromiso cristiano, porque “la Iglesia que camina en Guadix –ha defendido– es también responsable del futuro y del progreso de esta tierra y de esta gente”.
La solemne eucaristía –en la que han participado las autoridades civiles y religiosas del lugar, así como gentes llegadas de Granada, Jaén y su Almería natal– ponía el broche final a las celebraciones de despedida que han tenido lugar en la diócesis accitana en las últimas fechas. Apenas unas horas antes, el viernes 16, García Beltrán se despedía de la Virgen de las Angustias, patrona de Guadix, ante cuya imagen se recogió en oración, como ya lo había hecho en Baza el día 10 a los pies de Nuestra Señora de la Piedad, a la que dejó como recuerdo uno de sus solideos.