Julio Romero de Torres (Córdoba, 1874-1930) es uno de los pintores más populares del siglo XX en España. Icono de un estilo simbólico y modernista, arrostra todavía una fama “folclorista” a la que contribuyó la inmensa popularidad de aquella copla que cantaba Estrellita Castro: “Julio Romero de Torres/ pintó a la mujer morena,/ con los ojos de misterio/ y el alma llena de pena”. Sin embargo, su pintura, cargada de significados alegóricos siempre a partir de la mujer, ha ido despojándose en las últimas tres décadas de esa carga para reivindicarse como una intuición de lo moderno, tal como lo veía Ramón María Valle Inclán.
Este redescubrimiento intelectual de Romero de Torres incluye su escasa producción adscrita al género propiamente religioso, él que no era exactamente –y así se definía– un ejemplo de fe: “El Romero de Torres religioso no es un teólogo, desde luego, si no el componedor de una liturgia, casi dancística, para representar tanto los interiores místicos como las explosiones de religiosidad popular”, como lo describe el crítico Pedro G. Romero. Y, sobre todo, la reivindicación del pintor apunta a una de sus obras más peculiares, sorprendentes y tempranas: la Iglesia de la Asunción en Porcuna (Jaén). También de las más desconocidas.
“La valoración de su cuadros murales es muy positiva, ya que provoca una pregunta en la gente: ¿cómo siendo un pintor tan alejado de las cuestiones religiosas tiene este tipo de obras?”, afirma el párroco, Jesús Millán Cubero. “Yo siempre les respondo que la fe sabe relacionarse con todos –manifiesta–, el arte es belleza y la fe es belleza, y esta está siempre abierta al encuentro con el mundo. Creo que dice más de la fe que de la increencia del autor. Habla de una fe más acogedora.
Ni tan increyente ni tan religioso
En definitiva, se convierte en una catequesis acerca de la apertura de la fe a la sociedad”. Romero de Torres pintó entre 1904 y 1905 en la iglesia de la Asunción, primero, un gran mural en el presbiterio, que tituló la Asunción de la Virgen de los Cielos e, inmediatamente después, dada su extraordinaria acogida, amplió su intervención con otros dos murales en los ábsides del crucero: La Sagrada Familia y La Santa Cena, donde aunó las influencias del modernismo, el prerrafaelismo y el simbolismo.
En Porcuna, entre los tres murales y los cinco lienzos, llama la atención este inusual Romero de Torres “biblista” ante el más folclórico y popular. “Muchas veces nos movemos por estereotipos y encasillamos a la gente con un estilo, unas ideas o creencias; con Julio Romero de Torres nos puede pasar lo mismo –dice Jesús Millán Cubero–. Ni es tan increyente ni tan religioso, pero lo que sí es verdad es que las personas tenemos circunstancias en las que todo es posible. El Julio Romero de la Iglesia de Porcuna es un ejemplo de esto: presenta una interioridad y una belleza que, en su pintura más costumbrista, no aparece de la misma forma, dándole esta una dimensión especial a nuestras pinturas”.