La jornada
El Domingo de Ramos –y ya van 33 años– es el día señalado por la Iglesia para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud a nivel diocesano. Una forma de evitar que la preocupación juvenil se reduzca a un megaevento que se celebra de vez en cuando en una gran ciudad más o menos lejana… El lema elegido por Francisco en esta ocasión es un versículo de la Anunciación: “No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios”. La acogida de la joven María de la voluntad de Dios, más allá de toda resistencia a cualquier miedo más o menos irracional, es un ejemplo para cualquier joven. Pero, también, es la actitud de acogida que el Papa desea para toda la Iglesia en este proceso de escucha de cara al Sínodo de octubre y las propuestas lanzadas en la JMJ de Panamá en el próximo mes de enero.
En el mensaje, el pontífice ofrece un diagnóstico de los miedos relacionados con el mundo afectivo que aprisiona muchos corazones y voluntades en adolescentes y jóvenes. Una angustia tan real y continua en la vida de tantos que viven con el temor del rechazo, de la aprobación constante de los otros, de la baja autoestima de quien no ha experimentado la amistad en profundidad…
“En muchos de vosotros existe un miedo de «fondo» que es el de no ser amados, queridos, de no ser aceptados por lo que sois. Hoy en día, muchos jóvenes se sienten obligados a mostrarse distintos de lo que son en realidad, para intentar adecuarse a estándares a menudo artificiales e inalcanzables. Hacen continuos «retoques fotográficos» de su imagen, escondiéndose detrás de máscaras y falsas identidades, hasta casi convertirse ellos mismos en un «fake». Muchos están obsesionados con recibir el mayor número posible de «me gusta». Y este sentido de inadecuación produce muchos temores e incertidumbres”, escribe Francisco con auténtico realismo.
El mensaje se cierra con una llamada a la valentía, que Francisco no se ha ahorrado en la celebración del Domingo de Ramos en la plaza de San Pedro del Vaticano. Con una reivindicación de la teología del grito ante el silencio cómplice de tantos poderosos o conformistas ante las injusticias del mundo, el Papa apeló directamente a los jóvenes presentes de la diócesis de Roma y de medio mundo: “Y está en ustedes no quedarse callados. Si los demás callan, si nosotros los mayores y los dirigentes callamos, si el mundo calla ante los corruptos y pierde alegría, les pregunto: ¿Ustedes gritarán?”. Ante el grito decidido de los presentes, Francisco uno dudó en apostillar: “Por favor, decídanse antes de que griten las piedras”.
La reunión
En la misma celebración de las palmas y la Pasión, Francisco denunció que “hay muchas formas de silenciar y de volver invisibles a los jóvenes”. A eso se refiere el apelativo de la generación dormida, algo que en parte también recogía en su homilía el Papa al pedir que hay que desenmascarar los intentos de “anestesiar y adormecer” a los jóvenes para que “sus sueños pierdan vuelo y se vuelvan ensoñaciones rastreras, pequeñas, tristes”.
Como medida preventiva, parece que de cara al próximo Sínodo, los intentos para evitar todo esto están ya en marcha y van funcionando. Si en el caso de la asamblea dedicada a la familia se reforzó con una sesión extraordinaria y con unos cuestionarios que resultaron ser más o menos eficaces; en esta ocasión se han abierto canales directos de escucha y de acogida de la realidad juvenil para poder predicar con el ejemplo a la hora de proponer un estilo de discernimiento para toda la Iglesia. Además de los cuestionarios abiertos y en línea que han permitido sortear algunos mecanismo un tanto lentos en congregaciones o conferencias episcopales, las redes sociales se han reforzado las aportaciones de los jóvenes con la convocatoria de un presínodo con jóvenes –y no solo con prelados respetables–.
El documento conclusivo parece difícil de maquillar de cara a la reunión de obispos y expertos del próximo mes de octubre –¡las expectativas sobre el Instrumentum Laboris vuelven a ser muy altas!–. La valentía aquí se ha mostrado no tanto en ser previsibles, sino en seguir el consejo de Francisco que les pidió una escucha humilde para desarrollar un coraje que se traduce en la confianza y en la denuncia de aquello que chirría. Las cuestiones puestas sobre la mesa –o sobre los grupos de Facebook– en esta semana han ido mucho más allá de unas homilías vacías o unas celebraciones litúrgicas descuidadas.
Como recogía la crónica de esta web, uno de los jóvenes reclamaba que “necesitamos una Iglesia acogedora y misericordiosa, que aprecie sus raíces y patrimonio y que ame a todos, incluso a aquellos que no siguen los estándares. Muchos de los que buscan una vida en paz acaban entregándose a filosofías o experiencias alternativas”.
Deseos y esperanzas que son profundamente trascendentes –frente a la socorrida crítica del relativismo–. El documento se cierra con un versículo propuesto por el papa Francisco en su intervención en el presínodo y que refleja muy bien este estado de ánimo: “Después de esto, yo derramaré mi espíritu sobre todos los hombres: sus hijos y sus hijas profetizarán, sus ancianos tendrán sueños proféticos y sus jóvenes verán visiones” (Joel 3,1). Razones para la esperanza.