“No existe un solo país, ni un solo sector en el que las mujeres tengan los mismos salarios que los hombres. Es el robo más grande de la historia”. Según Anuradha Seth, consejera económica del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD), la brecha del 23% que existe de media en el mundo entre el salario de las mujeres y el de los hombres se pude definir como la injusticia más grande a la que hoy están sometidas las mujeres.
Finalmente, está emergiendo en la atención y la conciencia del mundo que las asimetrías salariales, aunque se hayan reducido globalmente en los últimos diez años, hacen evidente lo lejos que estamos de la paridad. Es precisamente la diferencia salarial la que refleja las discriminaciones y las desigualdades en el mercado del trabajo que, en la práctica, afectan todavía y sobre todo, a las mujeres. Al ritmo actual, advierte la ONU, serán necesarios más de setenta años para poner fin a esta situación.
La brecha salarial, como demostramos en este número de Donne Chiesa Mondo, no tiene una o dos causas, sino que se debe a la acumulación de numerosos factores y comportamientos culturales que incluyen la infravaloración del trabajo de las mujeres, la falta de remuneración del trabajo doméstico, la menor participación en el mercado del trabajo, el nivel de cualificaciones asumidas y la discriminación.
Una desventaja social que incide en la renta femenina a lo largo de todo el arco de vida: ganando menos que los hombres, también durante la jubilación, las mujeres están más expuestas al riesgo de pobreza en la vejez. Y es ya hoy una verdadera plaga en el mundo el alto porcentaje de mujeres mayores de sesenta y cinco años con riesgo concreto de pobreza.
Encontraréis en estas páginas también la opinión de la psicóloga Daniela Scotto de Fasano sobre cómo las lógicas económicas que regulan el trabajo femenino influyen en la elección de la maternidad e instan al sentido de culpabilidad conectado a la eventual renuncia a una realización profesional propia.
Finalmente, hemos dirigido la mirada también dentro de la Iglesia donde, en el reportaje de Marie-Lucile Kubacki, la cuestión de la retribución económica no recibida es más bien el árbol que esconde el bosque de un problema más grande: el del reconocimiento. Muchas religiosas tienen la sensación de que se hace mucho por revalorizar las vocaciones masculinas pero muy poco para hacer lo mismo con las femeninas.