‘Gaudete et exsultate’: Antonio, el santo de la puerta de al lado del padre Gonzalo

Antonio es el santo de la puerta de al lado del padre Gonzalo de la parroquia de San Juan de Dios

Hace pocos días conocíamos la noticia de que nuestro querido Antonio Fernández Sánchez, esposo de Carmen, estaba hospitalizado tras haber sufrido un ictus cerebral. Dada la cercanía entre los vecinos de este barrio de la UVA y Villa de Vallecas (donde se encuentra la Parroquia de San Juan de Dios), la noticia se divulgó rápidamente. Fueron muchas las llamadas preguntando por su salud, así como fue constante la oración por él. Antonio volvía a los pocos días a su casa, en la que se encuentra actualmente en compañía de su esposa.

Hacía ya tiempo que nos rondaba la idea y el deseo de reconocer de algún modo, públicamente, como parroquia, como pueblo de Dios que peregrina en este barrio, a la persona de Antonio. Podrían y podrán ser muchas las maneras de hacerlo. Ahora bien, el papa Francisco, a través de ‘Gaudete et exsultate’ nos ha regalado de modo inesperado la posibilidad de poder brindar por la vida de Antonio, esposo, padre, abuelo, vecino y santo.

En la historia de este sencillo barrio, Dios ha querido hacerse presente, entre otros modos, a través de un pueblo “que le confesara en verdad y le sirviera santamente”. En medio de la historia de nuestra querida parroquia, el Señor ha querido mostrar de modo cotidiano y constante su presencia entre los hombres de este barrio. Es ahí –y solo desde ahí– donde brilla y desde donde se entiende la vida de Antonio. Más aún, a través de su vida, junto a la de otros muchos, se ha construido la verdadera historia de la parroquia y, a través de ella, del mismo barrio.

Nos ha facilitado ver en vivo las bienaventuranzas

Conociendo el riesgo de limitar los regalos que Dios le ha hecho y su generosa respuesta, comparto con vosotros “cómo se enciende y ensancha nuestro corazón” cada vez que contemplamos la mirada enamorada de Antonio a su esposa; cada vez que le oímos hablar de sus hijos y nietos a los que adora; cada vez que hemos disfrutado de una comida en su casa; cada vez que nos cruzamos con él en la calle y siempre tiene alguna buena nueva que decirnos; cada vez que, ante la mentira y la injusticia, se alza con valor, sin dañar al que los causa; cada vez que encuentra siempre lo positivo ante la dificultad; cada vez que le vemos, vestido de forma sencilla y austera, cargando con la compra o con algo de comida para alguna familia necesitada; cada vez que recogemos de su viejo coche los alimentos que trae para distribuir más tarde; cada vez que le vemos besar la figura de Jesús niño o la Cruz de Cristo el Viernes Santo; cada vez que le hemos visto pedir perdón a Dios y a los hombres; o cada vez que ha quitado importancia a algo cuando hemos sido nosotros los que le hemos fallado.

Antonio nos ha facilitado ver de nuevo en vivo las bienaventuranzas, pues, tanto sus gestos de profunda caridad como sus errores llorados, tanto su alegría como ahora su silencio lleno de esperanza, nos hablan de que hemos encontrado en él a “un santo de la puerta de al lado”.

¡Gracias, Antonio!

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