“Nadie puede ser condenado por brindar solidaridad”. Es la denuncia que realizan diferentes entidades eclesiales españolas, haciéndose eco de la persecución que están sufriendo asociaciones como Proactiva Open Arms por el rescate de los migrantes en alta mar y por ser voz de denuncia ante el negocio de las mafias de la trata en el entorno del Mediterráneo.
Tras constatar en primera persona la denigrante situación que sufren quienes llegan a Ceuta y Tánger, estas voces alertan de que la implicación eclesial a este respecto las sitúa en el objetivo para ser las siguientes en ser criminalizadas. Ante estas amenazas diluidas, lejos de disminuir el compromiso de la Iglesia con los últimos, debe reforzarse. Para ello, es imprescindible una visibilidad dentro y fuera de la comunidad cristiana, que se logra con un un apoyo afectivo y efectivo de todos, lo mismo en la oración que en el respaldo a las movilizaciones y campañas que promueven, por ejemplo, el cierre de los CIE. Mucho más que gestos que materializan esa llamada a la santidad a partir de la defensa de la vida en todos sus estadios, como reclama la reciente exhortación ‘Gaudete et exsultate’.