Fe entre costuras: y Dios vistió al hombre y a la mujer

Dolce&Gabanna presenta su colección inspirada en la fe católica

“El Señor Dios hizo una túnica de piel para Adán y su mujer, y los vistió”. Solo un puñado de versículos después de la Creación en el Génesis y la moda irrumpe en la historia de la humanidad. De manos del Creador. Sin costuras ni armiños. Ya llegarían después. Para hacer de la indumentaria funcional, un hecho cultural. Hasta configurar la exposición más ambiciosa organizada hasta la fecha por el Metropolitan Museum of Art –MET para los adictos– de Nueva York.

Del 10 de mayo al 8 de octubre, ‘Cuerpos celestiales: la moda y la imaginería católica’ explora esta vinculación a través de 150 conjuntos de diseñadores de la talla de Christian Lacroix, Karl Lagerfeld, Isabel Toledo o Yves Saint Laurent. Juntos pero no revueltos, hasta 40 vestimentas y ornamentos cedidos por la Santa Sede, pertenecientes a quince pontífices diferentes que nunca antes se habían contemplado más allá de los muros de la Basílica de San Pedro. Desde 1983 no se producía un préstamo de tal magnitud por parte del Vaticano al museo neoyorkino. Y se hacía con la aprobación de la Secretaría de Estado y el respaldo explícito del presidente del Consejo Pontificio de la Cultura, Gianfranco Ravasi. Solo una condición sobre la mesa: que las vestiduras papales fueran mostradas en un espacio separado de las profanas.

Tras cuatro años de negociaciones y una decena de viajes a Roma por parte del comisario de la exposición, Andrew Bolton, lograba el visto bueno eclesial bajo la supervisión de la mujer más poderosa del credo fashionista, la directora de Vogue America, Anna Wintour. “La moda y la religión siempre han estado entrelazadas y, a pesar de que en algunos momentos esta relación haya podido ser controvertida, lo cierto es que ha generado algunas de las creaciones más relevantes de la historia de la moda”, justifica Bolton.

“La moda habla de la fe de un pueblo”

Pío XII, en 1967, al recibir a los empresarios del sector textil italiano, les recordó que un vestido puede expresar “alegría y duelo, autoridad y poder, orgullo y sencillez, riqueza y pobreza, lo sagrado y lo profano”. Y aunque Zara no se había asomado a los vestidores de medio mundo, el Papa ya hablaba del fenómeno de la “democratización” en el vestir. “Si la moda siempre ha sido la expresión exterior de la costumbre de un pueblo, hoy lo es más como fruto de la reflexión y el estudio”, aseveraba Pacelli.

“La moda es tan reveladora que habla de la fe de un pueblo, pero también de su libertad. Así, es fácil distinguir un país que vive en una dictadura por cómo se visten sus ciudadanos. De la misma manera que una institución jerarquiza con su indumentaria, como le sucede a la Iglesia”, indica el diseñador Hannibal Laguna“Pensar que un diseñador se nutre solo de lo evidente, sería un error. Una línea de inspiración de una colección, en este caso el cristianismo, empapa colores, tejidos y formas exteriorizando así una inquietud interior, sea desde la pasión, la rebeldía o el rechazo al hecho religioso”, explica la periodista Clara Courel, codirectora del Máster de Diseño de Moda del IED de Madrid.

“Lo que hay de rigurosamente novedoso en esta exposición es que la Iglesia admite ser ‘toqueteada’ por la moda. Lo novedoso es que la Iglesia sea tan avanzada que no niegue el poder de la moda y hable con ella, que se quiera dejar mimar y acariciar por cómo su buen gusto histórico ha propiciado nuevas formas de expresión”, valora el sociólogo, periodista y crítico de moda, Pedro Mansilla, que aprecia cómo Iglesia y moda, “con distintos fines pero con los mismos medios, buscan la perfección. Vogue busca recoger toda la belleza del mundo en sus páginas, lo feo está prohibido en esta revista. Para san Agustín lo feo es el problema del mal, es lo que busca desterrar de las páginas de la vida del cristiano. Para él, la belleza y la perfección se hayan en el rostro de la verdad y la revista busca la belleza desde el rostro de la apariencia”.

Apoyo del cardenal Dolan

Para no cruzar líneas rojas en la muestra del MET, el comisario decidió contar como asesor con el jesuita James Martin, así como con el beneplácito del cardenal neoyorkino Timothy Dolan. “Cuando pensamos en arte católico, miramos caravaggios colgados de la pared de un museo, y no colgados de la gente. Es una buena idea ampliar el concepto de lo que puede ser arte católico”, aconseja Martin.

Sobrino de sacerdote y católico de misa diaria, Cristóbal Balenciaga comenzaba siempre su jornada de trabajo en la iglesia parisina de Saint Pierre de Chaillot. De su oración creyente y su contemplación mundana de los frescos de Goya, el Cristo de Velázquez o la vaporosidad de las santas de Zurbarán brota un misticismo que se traduce en la búsqueda de la perfección en los volúmenes de abrigos y vestidos de noche, pero también en la pureza de los pantone de sus creaciones. Tampoco se entendería la obsesión por el negro y el blanco de Coco Chanel si no desde su infancia en un orfanato de las religiosas del Sagrado Corazón de María, que le enseñaron a coser. Y no son pocos los que ven en las perlas achaneladas una referencia directa a las cuentas de los rosarios de las consagradas.

La interioridad puede impregnar cada boceto y se intuye en las puntadas. Así se palpa en el estudio madrileño de la diseñadora Ana Locking: “Necesito crear desde el equilibrio entre lo personal y lo espiritual. Solo desde una serena reflexión puedo trabajar”. En este ejercicio de introspección, la idea de Dios se cose al bies. Una experiencia religiosa que ha repetido en ‘Preachers and believers’ (‘Predicadores y creyentes’), su colección de esta temporada, en la que parte de “la necesidad que surge en la gente de creer en algo en unos tiempos tan convulsos como los que vivimos”.

En otras ocasiones, la implicación entre la aguja y la religión se estrecha todavía más. Que se lo pregunten a Yves Saint Laurent, que en los 80 materializó un diseño para la imagen parisina de la  Virgen del Rocío en la Capilla de Nuestra Señora de la Compasión. Obra que también puede verse en el MET y que fue un encargo de Enrique de Orleans porque su abuela, de origen sevillano, era una apasionada de la Blanca Paloma. “Tengo origen italiano y vivo en España, por lo que el 80% de nuestra cultura mediterránea proviene del cristianismo. Recibes estímulos desde pequeño que luego se convierten en referencia, por ejemplo, a la hora de bordar”, apunta el modista Lorenzo Caprile que, si bien no ha tenido a la Iglesia como cliente de su taller, a título particular sí ha creado mantos para Vírgenes y un hábito para un Jesús Nazareno: “Sin duda, una experiencia personal preciosa aunar mi oficio con mi fe”.

Así lo manifestó el propio Papa en el reciente presínodo de los jóvenes, cuando un seminarista ucraniano le preguntó por la proliferación de los tatuajes. “No os asustéis. ¡Con los jóvenes uno no debe asustarse nunca! Incluso detrás de las cosas que parecen que no son tan buenas, hay algo que nos hará llegar a alguna verdad”. Así, Francisco invitó a ir más allá: “El tatuaje indica pertenencia. Tú, joven, estás tatuado o tatuada así: ¿qué buscas? ¿A qué pertenencia te refieres? Si esto es el comienzo de un diálogo, el tatuaje se convierte en un medio para llegar al joven”. Cultura del encuentro. Sea a través de la tinta sobre la piel, o sobre una tela de algodón.

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