La guerra que asoló España entre 1936 y 1939 no fue solo un conflicto civil, entre ciudadanos de un mismo país. Fue también una matanza “entre católicos, pues todos estaban bautizados”. Aunque la bibliografía de la Guerra Civil es amplísima y cuenta con infinidad de volúmenes tanto en el ensayo histórico como en la novela, merece la pena detenerse en la aportación que ofrece Vicente Cárcel Ortí. Esta sacerdote e historiador valenciano lleva décadas investigando los documentos de la Santa Sede referentes a España del período 1931 a 1939 para elaborar su imponente obra ‘La II República y la Guerra Civil en el Archivo Secreto Vaticano’ (editorial BAC), dividida en 5 volúmenes y 6 tomos.
“En la Guerra Civil, además de ser hermanos, eran todos católicos”, comentó Cárcel Ortí durante la presentación de su libro en Roma el 3 de mayo en la Iglesia Nacional Española de Santiago y Montserrat. “Una cuestión ausente en la historiografía es el bien que intentaron hacer católicos de uno y otro lado para parar el mal que se estaba llevando a cabo”, destacó, valorando las “iniciativas concretas” que recoge la documentación vaticana en ese sentido. “El papa Pío XI y su secretario de Estado, el cardenal Pacelli (el futuro Pío XII) trataron de intervenir para mitigar los horrores de la guerra. Desde Roma y a través las nunciaturas en otros países europeos tienen una red impresionante de información sobre lo que pasaba en España”.
Deformación de la imagen del rival
El sacerdote e historiador destacó que aquellos atribulados años se dieron otras dos “paradojas”. “Eran todos bautizados, pero eso no les impedía excluirse mutuamente y tratar de deformar la imagen del otro. Hay un documento del nuncio de finales de la primavera de 1936 que pone manifiesto que antes del estallido de la guerra, se había desatado una campaña violenta para cargar la culpa de todo lo que ocurría a las provocaciones del otro. Las izquierdas decían que era culpa de las derechas, llamándolas a todas fascistas tuvieran el aspecto que tuvieran. Al revés pasaba lo mismo: todos los de izquierdas eran comunistas”.
Este maniqueísmo mutuo llevó a que personajes como el político e historiador Claudio Sánchez Albornoz, de reconocida fe católica, fuera “desposeído de sus méritos en la zona nacional, porque le acusaron de secundar a las ‘hordas marxistas’ y de formar parte de la ‘conjura judeomasónica’”. La tercera paradoja que existe para Cárcel Ortí viene porque la mayoría de los miembros del bando nacional no se dieron cuenta que el exilio entre los republicanos no llevó a los desplazados a unirse a sus filas. “Mucha gente de izquierdas huía de la zona republicana pero no pasaba a la zona nacional. La gran mayoría de filósofos exiliados eran de formación católica e huían de la persecución religiosa, pero no quisieron incorporarse a la zona nacional porque iba contra sus propias convicciones políticas”, destacó el historiador valenciano en su conferencia.