Una de las cuestiones que abordo es lo que yo llamo transferencias culturales en el rol de la mujer, aquella que la tradición ha ido fijando y, de una u otra forma, resulta difícil modificar, condicionándonos por encima de nuestra conciencia”. Así reconoce Paloma Navares (Burgos, 1947), una de las grandes artistas contemporáneas, cómo en España –y más en la cultura– la mujer sigue postergada.
La artista cree que, ahora más que nunca, es necesario denunciar lo que ella lleva 30 años haciendo en sus exposiciones y muchas de sus instalaciones fotográficas y collages, o sea: “El legado de la naturalización del dominio y del deseo masculinos sobre la mujer sumisa”. En otras palabras, “hablar de la mujer y del aislamiento sufrido” es también lo que reivindica María José Magaña, presidenta de la asociación Mujeres en las Artes Visuales: “Hemos ido a los museos y contado cuántas mujeres hay en las colecciones, en las exposiciones individuales, en las colectivas, cuántas llegan a ser directoras de museos, cuántas están presentes en las galerías, en los stands de las ferias de Arte… y ahí es donde nos damos cuenta de que apenas llegamos al 15%”.
Una apuesta por la acción
Esta asociación, que incluye a mujeres en el diseño y la arquitectura, en la pintura y la escultura, nació en mayo de 2009 para luchar contra esta discriminación. “En ferias como Arco, las mujeres no superamos el 25%. En el caso de mujeres artistas españolas, apenas el 5%, una cifra que nos da bofetadas para reaccionar. Es necesaria la acción concreta. La situación en los últimos años ha mejorado muy poco”, sostiene.
Festivales y ferias del libro siguen marcados por la presencia masculina. En un medio –la lectura, al menos la literaria– que cada vez es más marcadamente femenina. Los últimos datos del Barómetro de hábitos de lectura y compra de libros, editado por la Federación de Gremios de Editores de España, y correspondiente a 2017, señalan que las mujeres siempre leen más que los hombres. El 65% son lectoras frente al 54% de los hombres, diferencia que se dispara entre los 45 y 54 años hasta una diferencia del 20% (73% frente a 52%).