El pasado fin de semana, el Mediterráneo volvió a ser un mar de muerte para los inmigrantes que se juegan la vida intentado alcanzar un futuro mejor en Europa. 47 cadáveres fueron recuperados tras un naufragio frente a las costas tunecinas, mientras que 9 personas, de las que seis eran niños, se ahogaron cuando trataban de llegar a Grecia desde Turquía. Estas nuevas tragedias llegaron mientras se abre una nueva etapa política en Roma con más mano dura frente a la inmigración de las autoridades de Italia, el país que recibe más indocumentados a través del Mediterráneo.
El Ministerio del Interior del nuevo Gobierno está en manos de Matteo Salvini, líder de la Liga Norte, que promete hacer todo lo posible para frenar los desembarcos de irregulares en las costas italianas y aumentar las deportaciones de los ‘sin papeles’ que ya se encuentran en el país. “Se ha acabado el tiempo en que esto era jauja, id haciendo las maletas”, les dijo Salvini a los inmigrantes.
No fomentar la “rabia colectiva”
El arzobispo italiano Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida, pidió gobernar esta difícil cuestión evitando los mensajes alarmistas y sin caer en la “cerrazón y la ingenuidad”, que consideró “contraproducentes”. En una entrevista publicada por el diario La Repubblica, destacó el “imperativo categórico” propuesto tanto por la tradición cristiana como por el humanismo laico de acoger a quien huye de la guerra o de una situación dramática.
Recordó Paglia que de Italia partieron más de 25 millones de inmigrantes en menos de un siglo, personas que “contribuyeron a hacer grandes muchos países”. El presidente de la Pontificia Academia para la Vida advirtió además frente al peligro que supone ligar la inmigración con la percepción de inseguridad, lo que acaba “fomentando la rabia colectiva”.
“Estériles divisiones” europeas
La Comunidad de Sant’Egidio manifestó su dolor por los últimos naufragios e hizo un nuevo llamamiento a Europa para que “supere sus estériles divisiones” y afronte el fenómeno migratorio con una política común basada en la “humanidad y la seguridad”. En un comunicado, este movimiento de laicos invitó a respetar en primer lugar “el valor de la vida” y a poner en marcha nuevos corredores humanitarios como los que lleva a cabo esta realidad eclesial para trasladar de modo seguro y ordenado a refugiados a varios países europeos.
“Si se quiere combatir de verdad a los traficantes de seres humanos hacen falta soluciones concretas que salven vidas humanas y favorezcan la integración”, subrayó la Comunidad de Sant’Egidio.