“Son muchas las instituciones de la Iglesia que están colaborando con proyectos sociales de acogida de inmigrantes y refugiados. Pero esta acogida aún pude tener más calidad cristiana ofreciendo toda nuestra ayuda material y también espiritual”, señala Juan Antonio Menéndez, obispo de Astorga y presidente de la Comisión Episcopal de Migraciones, a Vida Nueva en el marco de las XXXVIII Jornadas de Delegados y Agentes de Pastoral de Migraciones que, bajo el lema ‘La acogida cristiana a migrantes y refugiados’, se celebran en la localidad madrileña de El Escorial del 7 al 9 de junio.
“A través de diversas organizaciones eclesiales, hemos propuesto otras vías alternativas de llegada de inmigrantes y refugiados para evitar en la medida de lo posible la muerte de muchos de ellos en el trayecto”, apunta el obispo. “En concreto, se propusieron los llamados ‘corredores humanitarios’ para sacar del infierno en el que viven personas vulnerables como niños, enfermos, ancianos. La respuesta por parte de la Administración fue siempre el silencio, por lo que no ha sido posible traer a estas personas, dado que la Iglesia no tiene autoridad para decidir quién debe entrar en el país”, añade con desazón.
Un silencio administrativo que ha llevado a España a no cumplir el cupo de acogida de refugiados al que se había comprometido ante la Unión Europea cuando estalló la crisis humanitaria en Siria. Así, de los 17.337 refugiados a los cuales se les deberían haber abierto las puertas, solo entraron 1.980. A pesar de ello, Juan Antonio Menéndez asegura que “tengo la esperanza de que el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez, en diálogo con las distintas organizaciones civiles y eclesiales, promueva cauces humanitarios para evitar muertes y tragedias de inmigrantes en el mar y en nuestras fronteras”.
