(Dolores Aleixandre, rscj) La avería de la vía del AVE por una tormenta ha estado a punto de ser declarada catástrofe nacional y los usuarios con retrasos han aparecido como víctimas de un shock traumático. En la misma semana, oigo contar a un obispo comboniano de África Central que, cuando llueve, hay que poner vigas de madera para sacar del barro a los vehículos atascados. La operación, con suerte, puede durar unas quince horas. Quizás es que el tiempo de los centroafricanos es menos valioso que el nuestro.
“En verano se vacía la ciudad”, dicen, y lo afirmaría también yo después de atravesar una zona residencial, si no fuera porque al pasar por un barrio del Sur veo sus calles bullendo de gente. Quizás es que los vecinos del Norte se han venido a pasar el verano aquí.
“Llegan brotes azules a su economía”, anuncia un banco, pero Abdul, que vende La Farola en la puerta del supermercado, no parece aliviado por la noticia. Quizás está tan ocupado en sobrevivir que no ha tenido tiempo de enterarse.
Qué peligrosos estos “quizás” que nos mantienen en un limbo resignado ante lo inevitable, aunque nos defiendan de caer en el pecado nefando del relativismo. Como estamos en la era de lo interactivo, si alguien tiene claro cómo reaccionar sensatamente ante esta realidad tan descoyuntada, que no dude en proponerlo.
En el nº 2.676 de Vida Nueva.