La vuelta
Quienes se dedican a la rehabilitación de toxicómanos conocen la profunda realidad de una adición que, lejos de tener la presencia social que tuvo en los 80 o en los 90, continúa siendo una constante. Más allá del repentino interés suscitado por recuperar del olvido historias como la de ‘Narcos’ o ‘Fariña’, los barómetros del ramo no dejan de insistir en la presencia de estupefacientes en la Unión Europea.
Estos datos confirman la presencia contante del cannabis como algo más que un divertimento juvenil y el regreso, más vigoroso que nunca, de la cocaína. Los datos de diferentes informes publicados en este 2018 da fe de este repunte, tras pequeños picos de descenso en 2006 o 2011 (Informe del Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías). Para este informe, los consumidores españoles habituales comprende una franja que va desde los 15 a los 64 años, también de las más amplias de Europa.
Al mismo tiempo, la Policía vigila contra una posible vuelta –como si de un cíclico eterno retorno se tratase– de la heroína a algunos barrios principales de Madrid o Barcelona. Hace pocos meses, en un reportaje del diario ‘El país’ las autoridades policiales señalaban que “si tenemos en cuenta que España es un país de destino y que las aprehensiones de los últimos años son cada vez mayores, la conclusión no puede ser otra: el consumo está aumentado”. “El nuevo consumidor es una persona de más edad, con trabajo y que hasta cierto punto sabe lo que está tomando”, señalaba en el mismo artículo un mando policial de Bilbao.
Respecto a la vuelta con fuerza de la cocaína, los expertos apuntan al aumento de la población en América Latina. Datos de este mismo mes, señalan que España es el cuarto país de la Unión con mayor consumo de cocaína (3%), superada solo por Reino Unido (con una prevalencia del 4%), Dinamarca (3,9%) y Holanda (3,7%). Aterrizando, Barcelona destaca entre las ciudades con más presencia de la cocaína, según estudio sobre residuos de drogas en las aguas residuales municipales, en el que también participaron Castellón, Santiago y Valencia.
Los islandeses
Mientras hay quien parece tener la receta para acabar con esta lacra. Hace unos meses, la periodista Emma Young publicó en la revista inglesa ‘Mosaic Science’ un extenso reportaje del que se hicieron eco muchos medios de todo el mundo en el que se afirmaba que “Islandia sabe cómo acabar con las drogas entre adolescentes, pero el resto del mundo no escucha”.
En él se expone un programa educativo que ha hecho que se hundan las cifras de tabaquismo y consumo de drogas y bebidas alcohólicas entre los jóvenes islandeses –que hace 20 años eran los más bebedores de Europa–. Los viernes por la tarde, los consumos en los parques han dado lugar a un sinfín de propuestas deportivas o artísticas. Miles de propuestas para reducir el estrés que, indirectamente, reducen la necesidad de consumir otras sustancias.
La clave está en ofrecer alternativas. Por eso, en 1992, con implicación de universidades y docentes surgió el “Proyecto Autodescubrimiento”, que buscaba ofrecer a los adolescentes “maneras naturales de embriagarse” alternativas a los estupefacientes y el delito. Así, la “química cerebral” se empezó a estimular a través de la música, la danza, el ‘hip hop’, el arte o la defensa personal a través de las artes marciales.
Encuestas continuas, inventiva política, esfuerzo de los terapeutas han propiciado una inversión pública importante e incluso un nuevo marco legislativo que algunos países envidian mientras en otros despierta cierta mofa –dice uno de los ideólogos que “Suecia se ríe y lo llama ‘toque de queda’ infantil”–.
20 años después, sin embargo, “se reforzaron los vínculos entre los padres y los centros de enseñanza mediante organizaciones de madres y padres que se debían crear por ley en todos los centros junto con consejos escolares con representación de los padres. Se instó a estos últimos a asistir a las charlas sobre la importancia de pasar mucho tiempo con sus hijos en lugar de dedicarles ‘tiempo de calidad’ esporádicamente”, describen los expertos.
El testimonio
Si bien parece que eso de escarmentar a través de aquello que han vivido los otros no se estila, Proyecto Hombre u otros programas puestos en marcha por diferentes instituciones eclesiales como los Hermanos de san Juan de Dios podrían ofrecernos muchas razones vitales de lo nocivo de las drogas.
En la web de Proyecto Hombre de Madrid encontramos 3 testimonios diferentes de 3 perfiles de personas totalmente diferentes que un día llamaron a las puertas de esta institución y que han finalizado el tratamiento con éxito.
A. R. B. es una abogada de 48 años. Su hijo paso de unos inocentes porros a una espiral de “fracaso escolar, broncas en casa, las cosas iban cada vez peor”. “Crees que conoces a tu hijo, pero no lo conoces. Te ves perdida, en medio de una pesadilla. Desconoces todo lo que está pasando, estás simplemente horrorizada. El tema te supera”, relata. Hasta que fueron a Proyecto Hombre. “El primer paso cuesta mucho. Pero aquí no te juzgan, te enseñan, te ayudan. A mucha gente le cuesta venir, pero es un problema de desconocimiento. Si Proyecto Hombre Madrid no existiera, no sabemos qué habríamos hecho con nuestro hijo. Nadie más hace un trabajo como el que hacen ellos. Lo importante es que funciona”.
M. L. C. es una estudiante de 22 años. “Quería divertirme a tope y pensaba que nada malo podía pasarme. Estaba en una fiesta con mis colegas y me invitaron a una rayita”, recuerda. “Al principio la coca era una parte más para divertirnos. Pero luego pasó a ser lo único para divertirnos. Ahí empezaron los 4 años que duró mi enganche. Empiezas a mentir, a robar dinero para comprar medio gramo más, a pasar de los estudios” y toda una espiral de autodestrucción. “Menos mal que un día me di cuenta de que estaba enferma. Con la ayuda de mis padres y de la gente de Proyecto Hombre Madrid me fui desenganchando. Me costó la leche. Allí me enseñaron que se puede escapar de esa mierda, ayudaron a mis padres, les explicaron qué podían hacer. Es lento, cuesta mucho, pero al final, hay salida”.
A. M. C. tiene 32 años y es Diseñador Gráfico. Del tabaco y el alcohol, en el instituto pasó a la cocaína. “Entonces fue cuando mi vida se desbocó totalmente. Los fines de semana eran salvajes. Bebía, fumaba y esnifaba todo lo que podía, cuanto más, mejor. Perdí el control, pero tardé en darme cuenta. Al final mi familia me convenció para llevarme a un centro de rehabilitación donde estuve solo 6 meses. En ese tiempo recaí varias veces. Salí del centro pero seguí consumiendo cocaína y alcohol”. En la búsqueda de salida llegaron a Proyecto Hombre. “Llegamos un poco escépticos. Allí comencé un tratamiento para personas que, como yo, consumen cocaína combinándola con otras drogas. No puedo decir que recuperarme haya sido un camino de rosas. También tuve recaídas”, dice sin ocultarlo. “Al final, con su ayuda y la de mi familia, que ha hecho toda la terapia conmigo, he conseguido dejar la droga a un lado y rehacer mi vida. Mi mensaje de esperanza a toda la gente con problemas de drogas, es que con la ayuda adecuada, se puede salir”.
Parecen buenas razones para replantearnos el ocio que construimos como sociedad.