Tribuna

Lo esencial que busca lo figurativo

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La pintura de Odile Escolier, artista francesa que vive en Chambéry desde hace veintisiete años, hunde sus raíces en la experiencia artística informal de área francófona: el trazo de Jean Dubuffet, la gestualidad de Georges Mathieu, la materia de Jean Fautrier. En estas raíces se encuentran el uso de materiales diferentes, la fuerza del gesto y del signo, las infinitas posibilidades expresivas que la materia pictórica logra obtener.

Es una experiencia siempre fecunda porque es capaz de producir y reproducir códigos, casi gramáticas típicas para cada exponente cuya cifra estilística se llega a reconocer. De estas raíces Escolier hace nacer un lenguaje que lleva de nuevo la forma, la materia y el gesto hacia la figuración, no empobreciendo las posibilidades expresivas de estos instrumentos.

El uso del color es estudiado, conocedor, meditado, y los fondos de los cuadros se adensan utilizando diversos estratos que la gestualidad hace emerger según la potencia del mismo gesto. Escribe Escolier: “Las pinturas que nacen son el resultado de todas las emociones y sensaciones enclavadas en la memoria viva, conscientes e inconscientes, individuales y colectivas. A menudo pinto al mismo tiempo en diversas telas, favoreciendo el tiempo de secado de los colores, tiempo de incubación necesario para tomar una distancia: una tela en curso de obra puede emitir un eco en cualquier momento. Permitirle esta apertura es un acto de libertad, una renuncia a controlar todo y, por el contrario, un dejar que esta maravilla escondida emerja y se desarrolle más allá de nuestras acciones conscientes, dar espacio a lo casual, a los accidentes sobre la tela… El pintor alimenta su tela pero la tela alimenta al pintor”.

Tintas, pasteles, acrílicos, técnicas mixtas con un uso experto de la espátula sobre las telas de Odile Escolier, materia viva atravesada de grietas, espacios, espesamientos, como si la pintura se hiciese escultura. Nace así un mundo, nacen sobre todo presencias humanas, nacen encuentros por los caminos de la tierra o del cielo. Véase en la tela Emaús, donde las tres figuras de Cristo y de los discípulos caminan juntas en un rojo ardiente y sombrío, pero en espera de un acontecimiento que liga a los tres viandantes. Lo que se capta es la presencia: no la caracterización, sino aquella presencia que pertenece a todas las historias que se cruzan.

La universalidad de las formas simples

La pintura de Odile Escolier contiene la universalidad de las formas simples y transversales, capaces de narrarse a toda época y cultura. En la gran tela de la pesca milagrosa, en el azul de una aurora radiante, los discípulos en la barca entrevén al que está de pie sobre las aguas del mar y lanzan presto el grito: “¡Es el Señor!”. Y Jesús se les acerca… Cuando contemplamos las telas de Escolier, no por casualidad presentes en nuestra iglesia de Bose, sentimos que pertenecemos de alguna manera a la representación, al sentido de espera que la atraviesa, como si estos signos estuviesen presentes en nuestra memoria con la tarea de llevarnos de nuevo a aquel momento de vida en que nos cruzamos con ellos.

Odile Escolier es una pintora esencial que insinúa lo figurativo dando la posibilidad de discernimiento de una palabra bíblica en sus obras: es una artista para la cual lo humano y la naturaleza siguen siendo las inspiraciones principales. En efecto, la humanidad muestra en su fragilidad su belleza y su misterio, en una oposición entre ambiente y sujetos que evidencia el instante presente.

Conocí a Odile Escolier en una muestra en París, y a partir de allí nació una grande y profunda amistad. Fue así como he visto algunas de sus exposiciones en Francia, mientras que otras se han realizado en Bélgica, Austria, Irlanda, Estados Unidos, los Emiratos Árabes, Rusia, Japón. Conocida y apreciada a nivel internacional, ama la simplicidad de la vida entre las montañas de Chambéry y persigue una búsqueda espiritual profunda, sobre todo cristiana, pero sin erigir muros. Es una pintora que camina y sabe discernir quién está esperando en el camino recorrido.