El evangelio
En la Semana Santa de 2006, ‘National Geographic’, con más espectacularidad que rigor, sacó a todo trapo las revelaciones del “Evangelio de Judas”. Se trataba de un texto gnóstico del siglo II totalmente disonante con la línea de los evangelios canónicos que presenta al discípulo de los doce que traicionó a Jesús con un beso. El texto, escrito en el contexto de la secta minoritaria de los cainitas, presenta a Judas Iscariote como el discípulo favorito de Jesús.
Estos fervientes gnósticos, veneradores de Caín, encontraron en Judas un mártir que trata de hacer descubrir la verdad de Dios posibilitado, con su traición, el cumplimiento del plan trazado por el Creador.
El texto publicado por los estadounidenses lo forman unas 250 líneas en un códice en papiro que ocupa las primera 26 páginas de las 66 del documento que recoge dos libros más. por ello la traducción apenas ocupa 7 páginas. Escrito en un dialecto cercano al copto, ofrece un diálogo entre Judas y Jesús tres días antes de la Pascua, una revelación en la que el Mesías le confiesa: “Tú serás el decimotercero, y serás maldito por generaciones, y vendrás para reinar sobre ellos”.
La novela
De vez en cuando, novelistas o teólogos se interesan por la figura de Judas Iscariote, el apóstol que traiciona a Jesús y ayuda a que sea capturado por el Sanedrín. Para unos revolucionario, nacionalista judío, víctima o la auténtica encarnación del Hijo de Dios –como dice un cuento de Borges–. Aunque claramente, los sinópticos, ajenos a cualquier spoiler, lo señalan desde el principio claramente como el traidor. Un discípulo díscolo que puede estimular la vida espiritual de quien se acerca al Evangelio con un mirada contemplativa. Un espejo en el que mirarse que pasa de apóstol enviado que pasa a fiarse de los enemigos y que una decisión libre, entregar a Jesús, le lleva a una muerte trágica.
Más allá del relato evangélicos, la imaginación al poder. Como en el caso del evangelio de Judas, muchos han tratado de crear un relato alternativo. Unas cuantas películas han plasmado diferentes versiones del traidor. La canción de Judas en “Jesucristo Superstar” es un buen ejemplo de este papel: “Mi mente clara está / por fin descubrí donde todos vamos a parar. / Si quieres desnudar / al hombre del mito, verás sólo al hombre quedar […] Oye, Cristo, sé por qué te seguí /y te pido que me escuches a mí. / No lo olvides, yo lucho por la libertad. / No pensé que creerían /que eras su nuevo Mesías. / Y sólo eres un libertador”.
Una aportación más reciente y muy interesante, sabiendo siempre que nos movemos en el plano de la ficción, es la novela del israelí Amos Oz titulada directamente ‘Judas’ (Siruela, 2015). En el libro, protagonizado por un joven estudiante judío, Shmuel Ash, y situado en el invierno de 1959, que sufre una auténtica crisis personal que le llevará –entre otras cosas– a retomar una investigación sobre la imagen de Jesús para los judíos, y la misteriosa y maldita figura de Judas Iscariote, “la supuesta encarnación de la traición y la mezquindad, va absorbiéndole sin remedio”.
En ese proceso encuentra algunos textos que le van confirmando en las contradicciones que el judaísmo siempre ha visto en el cristianismo y como la lógica de esta religión es insostenible. Centrándonos en la figura de Judas, aparece como un espía enviado por los sacerdotes ante las habladurías que circulaban sobre un “supuesto hacedor de milagros de Galilea”. Un espía cuya vida sufre un revés al convertirse a las doctrinas del nuevo profeta de Nazaret… y a partir de ahí continúa la novela.
El capitel
Lejos de la ficción literaria se ha movido el papa Francisco cada vez que ha comentado en sus homilías o reflexiones la figura de Judas y su traición con 30 monedas de plata, ya sean siclos de Tiro procedentes del Templo o estateros de Antioquía, de por medio.
Varias veces se ha referido a una estampa que conserva en su escritorio con la figura de Judas, como en un encuentro con los párrocos de Roma o, más recientemente, en el comentario al Padre nuestro que ha hecho junto con el capellán de prisiones Marco Pozza (Romana editorial, 2017).
Así, Francisco siguiendo una meditación del sacerdote italiano Primo Mazzolari habla sobre “la vergüenza de Judas”. Y sobre ella comenta que “Judas es un personaje difícil de entender, ha habido muchas interpretaciones de su personalidad. Sin embargo, al final, cuando ve lo que ha hecho, va donde los ‘justos’, donde los sacerdotes, y les dice: ‘He pecado, porque he entregado sangre inocente’. Y ellos le responden: ‘¿A nosotros qué? Allá tú’ (cfr. Mt 27,3-10). Y se aleja totalmente embargado por la culpa que le sofoca. Tal vez si hubiese encontrado a la Virgen María, las cosas habrían sido distintas, pero el pobre se va, no encuentra una salida y se ahorca. Pero, hay una cosa que me hace pensar que la historia de Judas no termina ahí … A lo mejor alguno va a pensar: ‘Este Papa es un hereje….’ ¡Pero no!”
“Os invito a contemplar un capitel medieval de la basílica de Santa María Magdalena en Vézelay, en la Borgoña (Francia). Los hombres de la Edad Media hacían catequesis a través de las esculturas y de las imágenes. En este capitel, por un lado, está Judas ahorcándose, pero en el otro lado está el Buen Pastor que lo carga sobre sus hombros y lo lleva con él. En los labios del Buen Pastor hay un atisbo de sonrisa, no digo irónico, pero sí un poco cómplice. En un cajón de mi escritorio tengo la fotografía de este capitel dividida en dos partes, porque me ayuda a meditar: hay tantas maneras de avergonzarse. La desesperación es una, pero debemos tratar de ayudar a las personas desesperadas a encontrar la auténtica manera de arrepentirse, y que no acaben como lo hace Judas. Estos tres personajes de la pasión de Jesús me ayudan mucho. La vergüenza es una gracia. Para nosotros, en Argentina, alguien que no sabe cómo comportarse y actúa mal es un ‘sin vergüenza’”.
Esta lectura del Judas evangélico nos puede invitar a reflexionar eso que dice Rainiero Cantalamessa que la mayor traición de Judas fue “haber dudado de la misericordia de Dios”.