Rodolfo Martín Villa: “No se puede explicar la Transición sin el papel de la Iglesia”

Martín Villa, en el congreso Iglesia y democracia de la Fundación Pablo VI

Todavía con los ecos de la brillante inauguración de la víspera, con una conferencia del cardenal Fernando Sebastián, magistralmente contestada por la ex vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, la voz de la Transición y de algunos de sus protagonistas se abrieron decididamente paso en la primera sesión de la segunda jornada del Congreso ‘La Iglesia en la sociedad democrática’, organizado en Madrid por la Conferencia Episcopal Española y la Fundación Pablo VI.

Un tema de calado, ‘Desde la Transición a la Democracia’, expuesto mediante una mesa redonda en la que participaron Rodolfo Martín Villa, Juan María Laboa y Rafael Díaz Salazar, moderados por la periodista Victoria Prego, para varias generaciones “la voz” de la Transición por la galardonada serie televisiva que dirigió sobre aquellos vibrantes años, y “donde la Iglesia jugó un papel absolutamente determinante que evitó muchos problemas que, en un momento de cambio político, podían volver a ponerse encima de la mesa”, señaló.

Y quiso comenzar preguntando al sacerdote e historiador Juan María Laboa si la Iglesia había hecho la transición antes que la sociedad. “La Iglesia hizo su propia transición y ayudó a la transición política”, afirmó Laboa, que ha radiografiado desde dentro los pasos y titubeos de la propia institución eclesial en aquellos tiempos, espoleada por los aires del Concilio Vaticano II.

HOAC y JOC, fundamentales

“Había una juventud en España que quería cambios. Y había un papa, Pablo VI, al que no quería la Curia, de familia democrática y que no fue bien visto por el régimen franquista. Es decir, en el año en 1958 había seminaristas y sacerdotes que en París, Lovaina, Vitoria y otros lugares no estaban conformes con lo que sucedía”, insistió.

“Fue un momento en el que convivieron dos jerarquías, la del antiguo régimen y la del Vaticano II, y de esta, fueron fundamentales el cardenal Tarancón y el hoy cardenal Fernando Sebastián”, apuntó el profesor emérito de la Universidad Pontificia Comillas.

Por el “germen de las organizaciones cristianas que ejercieron una gran influencia en la Transición” le preguntó la periodista a Rafael Díaz Salazar, profesor de Sociología en la Universidad Complutense, quien señaló como determinante “el año 1946, cuando surgió la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), así como la aparición en España de la Juventud Obrera Cristiana (JOC), que empezaron a dar una identidad obrera a la Iglesia”.

“Con ellos surge un nuevo tipo de religiosidad, con una espiritualidad muy fuerte, y rezándole al Cristo Obrero, que iban a misa antes de ir a la fábrica y que se despedían con una frase: ‘hasta mañana en el altar’. Tenían una conjunción de vida entre su fe y su trabajo, con un compromiso de acción. Su lucha política revolucionaria, porque eran revolucionarios, no se entiende sin su espiritualidad”, señaló el sociólogo.

La mayoría de los curas eran de izquierdas

¿Y participaban los sacerdotes de aquellos tiempos de ese espíritu revolucionario?, preguntó Prego. Y Laboa puso el caso del seminario de Vitoria, a donde llegó en 1944 el fundador de la JOC y donde se crearon los primeros grupos de Jesús Obrero. Unos curas, abundó Díaz Salazar, que según los datos de la encuesta nacional del clero, de 1969, mostró que de todo el clero español, se identificaban con el régimen político el 10% de los curas y que la opción política preferida por la mayoría era el socialismo y los movimientos obreros, con el 37%, casi el 60% entre los sacerdotes menores de 30 años, por lo que aseveró que “el clero español fue muy importante con su lucha en las parroquias, los barrios y en los pueblos rurales” en la transición política.

Martín Villa, que hizo su propia transición desde las filas franquistas hasta convertirse en uno de los protagonistas del giro democrático de la mano del recordado presidente Adolfo Suárez como su ministro del Interior, señaló que parte del cambio vivido en aquellos años “se produjo en la Iglesia”, con los aires conciliares y los cambios en la ley de libertad de conciencia que emanaban del espíritu conciliar, “con lo que la cuestión religiosa dejó de ser un problema para empezar a ser parte de la solución”.

Artífices de la reconciliación entre los españoles

“Difícilmente se puede explicar la Transición en España sin el papel de la Iglesia y el cardenal Tarancón”, afirmó quien fuera vicepresidente del Gobierno con Leopoldo Calvo Sotelo, y que subrayó “la colaboración también de la Iglesia en la reconciliación entre los españoles”, destacando la labor del filósofo, historiador y médico Pedro Laín Entralgo.

“La Iglesia española tiene una tradición de Iglesia politizada fortísima en el siglo XIX y el XX. El tema milagroso no está en el cambio económico de aquella época, sino en el cambio del cristianismo español en gran parte, aunque sigue dormido hasta hoy en muchos niveles”, afirmó Laboa, que destacó que para ese cambio fue fundamental que muchos obispos hubieran estudiado fuera del país o en algunos seminarios como el de Vitoria.

“Algunos en aquella Iglesia creyeron que el Vaticano II no había existido”, añadió Laboa, quien sin embargo remarcó que el Concilio “fue absolutamente clave para el cambio de mentalidad de aquella Iglesia y de aquel cristianismo. Y los que no quisieron el Concilio ni al papa Pablo VI son los mismos que no quieren a Francisco. Habría que preguntarles a algunas páginas web que es el Concilio para ellas”, dejó caer el sacerdote.

Cambiar mentalidades

“Los sacerdotes fueron actores fundamentales para que llegase la democracia a nuestro país, pero para eso hubo que cambiar mentalidades”, coincidió Díaz Salazar, que reivindicó en ese papel la figura de Joaquín Ruiz Giménez, político democristiano y amigo de Pablo VI, que fundó la revista ‘Cuadernos para la democracia’, para volver a incidir “en el papel imprescindible de los movimientos cristianos como dinamizadores que propiciaron los cambios sociales y eclesiales”.

Laboa, por su parte, puso de nuevo en valor la figura del papa Montini, “nada hubiera sido como fue sin Pablo VI”, a pesar de que desde muy pronto contó con la animadversión del régimen franquista, aunque tenía también miedo al papel de un episcopado que había tenido mucha relación con él franquistas, por lo que impulsó la renovación episcopal en España.

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