El P. Coll

Alejandro Fernández Barrajón(Alejandro Fernández Barrajón– Presidente de CONFER)

“La vida consagrada no se arredra ante la dificultad, sino que más bien se crece, como sucede en nuestros tiempos. El mismo P. Coll comenzó en agosto de 1856, con siete jóvenes en Vic, la Congregación de las Hermanas Dominicas de la Anunciata”

El día 11 de octubre tiene lugar la canonización del dominico, P. Francisco Coll y Guitart en Roma por el papa Benedicto XVI. Un triunfo más de la vida consagrada. El P. Coll fue un dominico inquieto y entusiasta en las cosas de Dios que, además de vivir con mucha coherencia su consagración, quiso iniciar en la Iglesia una nueva congregación religiosa que, unida al tronco centenario de la Orden dominicana, ha dado frutos abundantes de generosidad y servicio.

El P. Coll vivió momentos históricos complejos y desafiantes en la Cataluña del siglo XIX. Le tocó la exclaustración forzosa en el año 1835, a punto de ser ordenado sacerdote. Además de un predicador infatigable, fue un hombre entregado a la predicación y un animador de las distintas formas de vida consagrada dominicana. La vida consagrada no se arredra ante la dificultad, sino que más bien se crece, como sucede en nuestros tiempos. El mismo P. Coll comenzó en agosto de 1856, con siete jóvenes en Vic, la Congregación de las Hermanas Dominicas de la Anunciata. Como suele pasar en todo comienzo, los problemas se multiplicaron y el obispo le pidió que disolviera el grupo, aunque más tarde le autorizó, viendo el celo imparable del P. Coll y de las primeras hermanas. Decía el P. Coll: “Todas las virtudes os recomiendo, pero de manera especial la caridad, la caridad, la caridad…”.

En este mes de octubre, la Iglesia reconoce la santidad del P. Coll con su beatificación. Por sus obras, los conoceréis. Pues ahí está su obra más lograda: la Congregación de Hermanas Dominicas de la Anunciata, que se ha empeñado a lo largo del tiempo en seguir fiel al espíritu que su fundador quiso poner al servicio de los pobres y en la Iglesia. Las Dominicas de la Anunciata están de enhorabuena y nosotros, con la Iglesia, también.

afernandezb@vidanueva.es

En el nº 2.678 de Vida Nueva.

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